Bajo una superficie aparentemente frívola esta cinta encierra algunas enseñanzas que no deberían caer en saco roto. En primer lugar, que la manera en que hoy en día educamos a los hijos es ciertamente mejorable, por no decir absolutamente deplorable, a juzgar por los resultados obtenidos por el matrimonio de “Doce en casa”, manera de la que esta cinta es muestra insuperable: una pandilla de doce niños, y no tan niños, egoístas y malcriados se dedica a hacer la vida imposible al buenazo de su padre, el cual siempre está dispuesto a echarles un capote ante la madre, un tanto más severa, que para eso es la mamá y es la única que sabe cómo criar a una salvaje camada humana como la que aparece aquí. La segunda enseñanza es que el dicho ése de "Cría cuervos y te sacarán los ojos" es una verdad como un castillo y que el blandengue de Steve Martin tendrá que fastidiarse, si no arrepentirse de haber sido tantas veces papá, ante la conjura de sus diablillos, decididos a salirse con la suya sea por las malas o por las peores. Más allá de esto, y de una sorprendente (por excepcional en Hollywood) apología de la renuncia masculina frente a la femenina, y de una habitual defensa de los valores familiares frente al presunto triunfo profesional, algo recurrente en un cine yanqui que se ve inmerso en una sociedad castigada en el núcleo familiar por una rapacidad capitalista rampante; más allá de eso, decía, el vacío en la propuesta estética, una historia facilona y una interpretación llena de clichés. Lo siento por Martin, que ha demostrado en otras (pocas, cierto) ocasiones que es un buen actor.