Y es que así podría resumirse esta película dirigida por Joe Wright, que se introduce en los orígenes del mítico personaje de J. M. Barrie para abrirnos la puerta a una presumible serie de películas que abordarán la historia en algo parecido a una saga. En esta ocasión, Peter es un huérfano al que secuestran los piratas para llevarlo a trabajar a las minas en Nunca Jamás, donde la tiranía de Barba Negra le lleva a explotar a los niños para encontrar polvo de hadas, producto que le hace ser eterno. El trabajo alrededor del personaje es correcto, y la explicación (un tanto libre) procura no dejar cabos sueltos.

En contraposición encontramos a un James Garfio indianajonizado, un esclavo también de las minas piratas que aún no ha encontrado su camino, que aparece desubicado y al parecer sin lugar en una obra que, originalmente, era medio suya. Garrett Hedlund hace lo que puede con un personaje tosco y sin importancia, que minimiza lo que Garfio ha sido dentro de la obra de Barrie. Dejemos que el tiempo nos demuestre si estamos equivocados.

Rooney Mara es la princesa Tigrilla, una combatiente tribal que espera a su Mesías para derrotar de una vez por todas los ataques piratas. Otro personaje que, a pesar de guiar a Peter en algunas ocasiones, se muestra intrascendente y sin mucho futuro en posteriores entregas.

Y luego está Barba Negra, tal vez lo mejor de la película: un Hugh Jackman desatado en un papel que se le nota que ha disfrutado, con unos toques steampunk y unos recursos actorales que le hacen ser, de largo, lo más resplandeciente de este "Pan".

La música es acertada salvo en el doblaje de las canciones. Se debería haber respetado el idioma original y agregar subtítulos.

En definitiva, mucho artificio y una historia que intenta revelarnos los orígenes del famoso niño volador, con una apertura muy divertida y una trama que a ratos se hace pesada, pero que con el buen hacer de Hugh Jackman se deja ver.