El director Joe Wright pretende, con una puesta en escena presuntamente vanguardista y sin lugar a dudas pretenciosa, esconder las carencias interpretativas del reparto, encabezado por Keira Knightely (en el papel de Anna Karenina) y Aaron Taylor-Johnson (el conde Vronsky). La actuación de éstos está a la altura de las mejores interpretaciones de obras de teatro escolares, y deja al espectador con las constantes de ganar de cambiar su entrada por un DVD de las Anna Karenina de Greta Garbo, Vivien Leigh o Sophie Marceau. Sólo se salvan de la quema la labor de Jude Law, que busca dar un toque humano al frío personaje de Karenin originalmente ideado por Tolstoi, y un eficaz uso de efectos visuales deliberadamente preciosistas.