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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama Ariadna (Laia Costa) descubre que su abuelo busca desde hace tiempo los restos de su padre, desaparecido en la Guerra Civil. Decidida a ayudarlo, viaja a Burgos, donde están exhumando una fosa común en la que podría estar enterrado. Durante su estancia allí, conocerá la historia de Antoni Benaiges (Enric Auquer), un joven maestro de Tarragona que antes de la guerra fue profesor de su abuelo. Mediante un innovador método pedagógico ... [+]
19 de noviembre de 2023
18 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que logra Patricia Font en “El maestro que prometió el mar (El mestre que va prometre el mar)” es algo tan hermoso, honesto y maravilloso como necesario. Ahora, precisamente ahora más que nunca, resulta imprescindible narrar estas historias reales, para contrapesar el fascismo irrespirable que se ha apoderado de la sociedad mundial. Historias que me recuerdan la responsabilidad ineludible que tenemos como sociedad con respecto a la memoria histórica, pero también con la difusión de la educación y la cultura como único antídoto posible frente al pensamiento mediocre reaccionario que nos invade por tierra, mar y aire.

Patricia Font sabe combinar hábilmente dos propuestas precedentes y lo consigue de manera magistral: “Soldados de Salamina” de David Trueba en cuanto al recurso narrativo y “La lengua de las mariposas” de José Luis Cuerda en lo referente a su contenido. Lo hace además tirando de una durísima historia real, la de Antoni Benaiges, un maestro republicano catalán que es enviado a un remoto pueblo de la provincia de Burgos, Bañuelos de Bureba, para que se haga cargo de la escuela en 1935.

No será bien acogido en el pueblo, porque Antoni es catalán, es rojo, es profundamente republicano, publica artículos de opinión contra el capitalismo como sistema contrario al desarrollo humano natural y tiene un sistema educativo tan moderno e intuitivo como contrario a las esencias españolistas y católicas del municipio al que ha ido a parar. Todo será difícil. Incluso poder cumplir su promesa de llevar a los alumnos a ver el mar por primera vez en sus vidas.

Su historia la vamos descubriendo a través de la investigación de la nieta de uno de sus alumnos, Ariadna, interpretada por Laia Costa, que se enfrenta al horror de las fosas abiertas y las exhumaciones de seres inocentes asesinados para dar con los restos de su bisabuelo antes de que su abuelo muera. Utilizar una investigación del presente como “leit motiv” para conocer unos hechos del pasado, algo que David Trueba sublimó en “Soldados de Salamina” adaptando la novela homónima de Javier Cercas y que Patricia Font consigue mantener el pulso a la misma altura del maestro Trueba, lo cual no es decir poco.

Pero la película es, sobre todo, emocionante, profundamente emocionante, haciendo que se salten las lágrimas en numerosas ocasiones al espectador más frío. Y no lo consigue de una manera tramposa o sensiblera, sino todo lo contrario, siendo honesta con la historia real que cuenta y con los personajes reales que maneja, tanto el maestro como cada una de las alumnas y alumnos de la escuela, que van logrando hacerse un hueco en el corazón del cinéfilo.

Para ello, el film cuenta con tres trabajos interpretativos colosales: por supuesto, no podría empezar de otra manera, el de Laia Costa como la nieta rastreadora en torno a la memoria histórica, colosal, magistral, impactante, mágica, como la mejor actriz del planeta que es. Es igualmente “cum laude” la interpretación del maestro Antoni que nos regala Enric Auquer, siempre en el punto exacto de emoción y candidez, controlando el personaje en todo momento, resultando sublime siempre. La tercera en discordia es la gran Luisa Gavasa como la única amiga en el pueblo que tiene Antoni.

Un guión de Albert Val profundamente emocionante y honesto como pocos, trascribiendo al lenguaje cinematográfico la novela del mismo título de Francesc Escribano. Pero mención aparte merece su maravillosa partitura musical de Natasha Arizu del Valle, remarcando sutilmente todos los momentos importantes del film, también inteligentemente a la sombra la de “Soldados de Salamina” y, sobre todo, la portentosa dirección de fotografía de David Valldepérez, decolorada en las escenas de las fosas para crear un impacto más gélido y brutal, más saturada de color en la escuela, combinando ambas con una magnitud de sabiduría inconmensurable que hacen de esta película una experiencia fílmica ineludible.
Sergio Berbel
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