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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama A finales de los 70, Jack Horner, un director de cine porno que considera su trabajo una forma de arte descubre a Eddie Adams, un joven ingenuo que desea triunfar y que tiene unas características físicas muy adecuadas para ese tipo de cine. Eddie cambia su nombre por el de Dirk Diggler, se adapta inmediatamente a nuevo estilo de vida y pronto se convierte en una gran estrella del porno. (FILMAFFINITY)
6 de mayo de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paul Thomas Anderson es el mejor director de cine contemporáneo. Porque el virtuosismo preciosista de la caligrafía visual de Anderson es algo que está fuera del alcance del resto de seres humanos. Dos de las mejores películas de mi vida llevan su firma: “Magnolia” y “Pozos de ambición”.

“Boogie Nights”, su segundo film tras el debut con “Sydney (Hard Eight)”, es obvio que no es su mejor película, porque Paul Thomas Anderson necesita del drama para alcanzar la excelencia y esta cinta (siendo una mezcla de varios géneros diversos perfectamente conjuntados) vive más cerca de la comedia que de la tragedia, pero yo la incluiría en cualquier libro sobre la historia del cine por sus planos secuencia “scorsesianos” en lo formal y por la amalgama de personajes que se entrecruzan en lo que este film debe al universo de Robert Altman.

El plano secuencia inicial con el que arranca la cinta es sencillamente portentoso. La cámara se pasea durante casi 4 minutos con la coreografía bien aprendida por la calle, entra y sale de locales, cruza puertas y habitaciones, va evitando los empujones de las masas… Una auténtica maravilla. Pero Anderson siempre te reserva una pirueta aún mejor y, en efecto, a mitad de metraje, te regala sin previo aviso el mejor plano secuencia que yo haya visto nunca de similar duración: la cámara recorre prácticamente toda la casa del protagonista e incluso se zambulle en la piscina, se sumerge bajo el agua y vuelve a aparecer en la superficie de la fiesta. Es absoluta magia para los ojos del más exquisito cinéfilo.

Porque “Boogie Nights”, anormalmente ligera en un director excelso y superdotado para los dramas barrocos y excesivos, es la (no tan) frívola historia del arranque de la industria del cine porno a mediados de los 70. Una película coral de personajes definidos, creíbles, certeros, bien esbozados, que nos va mostrando un mundo real que siempre ha sido tabú y sobre el que nadie ha querido posar su mirada hasta que llegó el "enfant terrible" del cine norteamericano y, a los 27 años de edad, decidió fabular sobre qué habría tras la puerta cerrada de la industria cinematográfica del porno setentero.

El auge y caída del porno (con la llegada del vídeo), de un cine que tenía aspiraciones de profesionalidad y aliento cinéfilo en sus inicios, pero que la sociedad fue condenando a reducirlo a la mínima expresión y que el VHS llevó a lo amateur y cutre directamente, como muy bien sabe reflejar Paul Thomas Anderson en la impagable escena de la limusina. Y todo ello con una ambientación setentera absolutamente perfecta. Porque esta obra maestra, además, pasa por ser uno de los mejores homenajes al cine de los 70 (junto con esa otra obra maestra de Quentin Tarantino titulada “Érase una vez en Hollywood”).

Y Paul Thomas Anderson, autor también del guión, plagado de momentos hilarantes y algunos ciertamente profundos, de alguna salida de la línea argumental para crear una tensión entre petardos irrespirable, tira de los mejores actores del mundo para que sepan bailar y apartarse permitiendo que su cámara destaque como merece un genio, un prodigio del cine como él: Mark Wahlberg (en su mejor interpretación), Julianne Moore, Don Cheadle, William H. Macy, John C. Reilly, Heather Graham, Philip Seymour Hoffman y, sobre todo, Burt Reynolds, al que Paul Thomas Anderson quiso premiar regalándole el personaje de más calidad de su filmografía en su vejez, porque ese director de porno con ansias de trascender en la historia del cine no tiene precio, una joya que Reynolds merecía porque al fin Anderson se lo tomó en serio como actor.

Yo, de mayor, quisiera rodar cine como Paul Thomas Anderson y tener un director de fotografía como Robert Elswit, capaz de recrear el ambiente cinematográfico de los 70 con una verosimilitud incontestable para una historia que, como todas las de este genio superdotado, trata sobre familias disfuncionales de muy diferentes tipos.
Sergio Berbel
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