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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama Paula, una chica de 14 años, tiene que pasar el verano en Ojos Negros, un pueblo de Teruel, con su tía y su abuela, a quienes apenas conoce. Allí descubre las tensiones familiares que se destapan a raíz de la enfermedad de su abuela. Intentando escapar de esa atmósfera asfixiante conoce a Alicia, una chica de su edad con quien establece una intensa amistad. Al final del verano Paula intuirá lo que significa hacerse mayor.
17 de diciembre de 2023
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Siguiendo la tesis del menos es más, nada capta más mi atención que una historia de verano iniciático de una adolescente y “Ojos negros” es un virtuoso paradigma de ello, siguiendo esa impecable senda que ha escogido el cine catalán para ello. Tan sólo contemplando el plano fijo con el que principia el film, ya entendemos la magnitud de la apuesta de Marta Lallana e Ivet Castelo, guionistas y directores de esta pequeña gran joya del cine iniciático siguiendo la estela de Carlos Saura o Víctor Erice (con el que encuentro bastantes puntos de conexión formal en las escenas interiores del film).

Me atrapa desde su primer segundo, desde ese plano primigenio en el que una espléndida jovencísima actriz llamada Julia Lallana (hermana menor de la directora) mira fijamente a cámara mientras que las primeras lágrimas conquistan su rostro paulatina e inexorablemente sin que nadie pueda evitarlo. Fuera de plano, sus padres discuten porque ella se va a ir a pasar el verano a casa de su abuela materna en un remoto pueblo aragonés llamado Ojos Negros.

Cuando Paula llega a esa vieja y desvencijada casa en una ínfima localidad igualmente anclada en otras formas y otros tiempos tan diferentes a los de la capital, una adolescente de 14 años tendrá que reinventarse para sobrevivir entre una abuela decrépita y su silente tía, amargada por estar encadenada a la pata de la cama de la anciana. Pero el azar juega a su favor y entonces conoce a Alicia y surgirá una amistad sin límites entre ambas, con la intensidad que sólo se puede derrochar a esa edad.

El guión, un portento de sutileza, se ve perfectamente acompasado por una dirección atenta a los detalles, mostrando en planos fijos los elementos rurales y vetustos de una casa que pertenece a otros tiempos, con una iluminación tenebrista y precisa que engarza con el mejor Víctor Erice. En cambio, los exteriores son luminosos, propios del despiadado sol del verano. En ambas facetas, la dirección de fotografía de Jorge Basterretxea es sublime. Especial atención también a la música de Raül Refree, minimalistamente evocadora.

Pero lo que realmente convierte en única la experiencia es la interpretación de las dos adolescentes protagonistas: tanto Julia Lallana (ella, como Paula, es la reina y señora de una función en la que aparece en todas sus escenas) como Alba Alcaine interpretando a su íntima amiga Alicia hacen levitar la cámara, la pantalla y al espectador a través de un sutil juego de espejos entre ambas que va fraguando una relación muy especial y única a lo largo de sus escasísimos 65 minutos que saben a poco.
Sergio Berbel
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