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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama Un granjero californiano tiene dos hijos, Cal y Aron, de caracteres muy diferentes, pero ambos compiten por el cariño de su padre. La situación de Cal se complica cuando averigua que, en realidad, su madre no sólo no está muerta, sino que además regenta un local de alterne. (FILMAFFINITY)
14 de diciembre de 2023
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Era imposible que el experimento saliera mal, pero superó todas las expectativas. Una de las grandes novelas de todos los tiempos, “Al Este del Edén” de John Steinbeck, fue encomendada al genial Elia Kazan para su traslación al cine. Para encarnar a su protagonista, se eligió a James Dean, que también dejó al mundo boquiabierto en “Rebelde sin causa” de Nicholas Ray y que a las órdenes de Elia Kazan nos ofreció la mejor interpretación de su corta trayectoria interpretativa. Lo demás, es pura historia del cine.

Hay dos elementos que resultan especialmente llamativos: por un lado, la impresionante modernidad en la caligrafía visual de Kazan, incluso basando parte de sus escenas en interiores en un arriesgado y portentoso ejercicio desprejuiciado de plano holandés, forzando el ángulo de visión del espectador para incomodarlo y generarle aún más tensión (la escena del columpio es mucho más que brillante, es histórica). Por otro lado, y desde un aspecto menos positivo, la adaptación de la obra maestra de John Steinbeck por parte del guionista Paul Osborn fue demasiado osada, utilizando tan sólo las últimas 200 páginas de un texto literario de más de 800 y prescindiendo de algunos de los personajes más fundamentales de la novela. A pesar de ello, el guión de esta obra maestra resulta colosal considerado en sí mismo desvinculado de la novela.

De la obra literaria original, guarda la concepción de metáfora bíblica, de la lucha del bien contra el mal a través de la confrontación de dos hermanos, de unos modernos Caín y Abel, que en la California de 1917 se llaman Carl y Aron. Pero quizás el malo sea el bueno y viceversa, quizás la historia nos la hayan contado al revés, quizás el padre terrateniente protagonista haya sido injusto con el hijo díscolo y quizás éste necesite más cariño que el vástago ejemplar. Y lo que ambos hermanos no merecen y se convertirá en germen de la tragedia que presidirá el film es descubrir que su madre no está muerta, sino que huyó y regenta un prostíbulo en una ciudad cercana a Salinas, donde habitan los protagonistas.

A pesar de la deslumbrantemente saturada y maravillosamente colorista la dirección de fotografía de Ted D. McCord e inolvidable la partitura musical de Leonard Rosenman, todo palidece ante la interpretación de James Dean, la mejor del actor más mítico de la historia del cine, un derroche de expresividad, gestualidad, dicción y sentimiento como se han visto muy pocos delante de una pantalla. Sencillamente un dios hecho actor.

Intentan estar a su altura sin conseguirlo (ello resulta imposible) una angelical Julie Harris (Abra, la novia de Aron) , un sólido Raymond Massey como el implacable padre, una espléndida Jo Van Fleet como la madre, por la que ganó el Oscar a la Mejor Actriz Secundaria) y un siempre interesante Richard Davalos (Aron, el hermano “bueno”). Pero nada ni nadie está a la altura de James Dean, dueño y señor de una de las mejores interpretaciones jamás vistas en una pantalla de cine. La escena del cumpleaños del padre, sobre la que la leyenda cuenta que hubo muchísima improvisación no presente en el guión por parte de James Dean, rodada en plano holandés por Elia Kazan, es sin duda una de los mejores momentos de la historia del cine.
Sergio Berbel
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