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Voto de Sergio Berbel:
5
Drama Un solitario profesor de inglés con obesidad severa (Brendan Fraser) intenta reconectar con su hija adolescente en una última oportunidad de redención.
4 de noviembre de 2023
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No queda nada de la genialidad de aquel Darren Aronofsky que nos cambió la vida con tres películas imprescindibles para cualquier cinéfilo: “Réquiem por un sueño”, “El luchador” y “Cisne negro”. Aquel cineasta genial sabía salirse de los caminos trillados del Hollywood convencional para crear perturbadores universos de ficción que nos acompañarían para siempre a través de una provocación innata. Pero no sabemos qué ha sido de aquel Aronofsky; de lo único que podemos dar fe es de que el de ahora realmente no es ni sombra de lo que fue. Dar fe nunca mejor dicho, porque su dimensión religiosa ha devorado la inteligencia de su cine hasta el tuétano, por desgracia para la cinefilia, llegando a resultar insoportable a ratos.

“La ballena” pudo ser una gran película por la originalidad de su planteamiento, pero el desnortado Darren la conduce hacia la previsibilidad, la comercialidad, la facilidad, el humanismo beato del todo a cien y el hastío. Al final, da muchísimo menos de lo que promete, sobre todo por sus personajes de cartón piedra, excesivos en sí mismos y que acaban resultando intragables precisamente por ello. Seguramente el motivo de semejante fracaso esté en el guión de Samuel D. Hunter, adaptando su propia obra teatral. Todo resulta tan de cartón piedra y previsible que poco margen deja a la emoción.

La historia de un profesor de literatura que teletrabaja porque su obesidad mórbida le impide todo tipo de movilidad resultaba atractiva de inicio. Pero por su casa (la cámara nunca sale de la misma, lo cual al menos denota una cierta seña de respeto a la identidad de aliento teatral que se agradece) van pasando personajes distintos: desde la amiga que lo cuida, pasando por un predicador y hasta su propia hija adolescente, un ser despreciable que odia a todo el mundo, tan exagerada y estereotipada que no hay forma de que resulte mínimamente creíble el personaje de Sadie Sink.

Obviamente, todo el protagonismo recae sobre el omnipresente Brendan Fraser, o lo que queda de él tras kilos de maquillaje y prótesis y que, a pesar de ello, sabe otorgar a su personaje cierta verosimilitud, lo cual tiene bastante mérito. Sin duda, él es lo que salva de la quema al film. Él y solamente él.

Porque Darren Aronofsky hace tiempo que está totalmente domesticado y su cine ni provoca, ni llama la atención, ni es valiente, ni tan siquiera tiene interés. El caso de “La ballena” es un ejemplo paradigmático de ello. Quién lo ha visto y quién lo ve.
Sergio Berbel
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