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Voto de Sergio Berbel:
10
Comedia Un caballero (Narciso Ibañez Menta) con una pierna enyesada camina por la gran ciudad durante un caluroso día de verano. El sol derrite el pavimento, y el buen hombre se queda adherido a una mancha de asfalto, sin ser capaz de despegarse. Pide ayuda a un niño, a eventuales transeuntes, a la policía, pero nadie se la brinda. Algunos lo ignoran porque piensan que es un deforme y otros simplemente se niegan a ayudarle. (FILMAFFINITY)
15 de diciembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen dos mediometrajes que, más allá de marcar la historia del nuestro cine, calaron hondo en la cinefilia europea e incluso al otro lado del Atlántico. Desde un terrorífico hiper realismo lo consiguió “La cabina” de Antonio Mercero. Desde un aterrador surrealismo nacido de la irrealidad más absoluta no está a menor altura “El asfalto” de Narciso Ibáñez Serrador. Los dos, además, son tremendamente valientes, adelantados a su tiempo en su concepción y estudiadísimas metáforas misántropas sobre el individualismo, la falta de empatía y solidaridad de la sociedad para con sus semejantes y la soledad absoluta en la que vivimos.

Es obvio que lo más llamativo del film, a primera vista, es su aspecto estético. Apartado de cualquier forma de realismo, todo se desarrolla en unos decorados dibujados por Antonio Mingote de la manera más alejada posible a cualquier atisbo de verosimilitud. Como ocurre con los vehículos igualmente dibujados que aparecen o incluso la vestimenta de sus personajes, que apuesta por la irrealidad y por la atemporalidad, ya que resulta imposible fechar la obra por la presencia de sus protagonistas.

Lo siguiente que capta la atención del cinéfilo es la interpretación de Narciso Ibáñez Menta, impresionante actor, padre de Chicho y que no nos ofrece un derroche menor que el propuesto por José Luis López Vázquez en ya citada “La cabina”.

La historia que se nos cuenta, aterradora tanto cuando discurre por caminos cómicos durante su primera mitad como cuando transita hacia la tragedia en su tramo final, es sencilla: un hombre, paseando por la calle en mitad de un sofocante mediodía de verano, se queda pegado al asfalto y, poco a poco, se va hundiendo ante la incomprensión general, la apatía de quienes pasan por allí, el clasismo social irrespirable, las crueles burlas infantiles y… la burocracia, la lentitud artificial y exasperante de la burocracia, contra la que carga el film, con guión del propio Ibáñez Serrador (bajo el pseudónimo habitual de Luis Peñafiel) adaptando un cuento de Caros Buiza.

Todo ello acompasado por la música de Waldo de los Ríos, quien se encargaba de este aspecto en casi todos los episodios de “Historias para no dormir”.
Sergio Berbel
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