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España España · Abroad (de momento)
Voto de Shinboneniná:
8
Drama Don Jaime (Fernando Rey), un viejo hidalgo español, vive retirado y solitario en su hacienda desde la muerte de su esposa, ocurrida el mismo día de la boda. Un día recibe la visita de su sobrina Viridiana (Silvia Pinal), novicia en un convento, que tiene un gran parecido con su mujer. Basada libremente en la novela "Halma", de Benito Pérez Galdós. (FILMAFFINITY)
22 de mayo de 2008
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las mejores películas de Buñuel porque, quizá con las de su primera época, es donde expuso sin tapujos sus filias y sus fobias. La mejor prueba de su calidad son las despiadadas críticas que sufrió el aragonés por todos los lados, desde la Iglesia y el régimen franquista, como era de esperar, hasta un amplio sector de la izquierda española, que le echó en cara que hubiera vuelto a rodar en un país aún gobernado por Franco. Otra prueba de su calidad lo constituye el premio de Cannes, que a veces otorga sus galardones a buenas películas. En “Viridiana” aparecen todos los estilemas buñuelianos, desde las trilladas referencias surrealistas y parafilias varias, a un rico lenguaje metafórico, visual y verbal, pasando por una crítica demoledora contra la religión católica en particular y contra las convenciones sociales en general. Buñuel, como tantos otros marxistas, era un acomodado burgués cuyos chivos expiatorios eran dos; por arriba, el poder ideológico, la superestructura mental que impedía la renovación y justificaba una sociedad estamental en la que los nuevos ricos tenían vetado el acceso al poder, que desde hacía siglos encarnaba el aparato eclesiástico; por abajo, la miseria moral y material de mendigos y campesinos, a los que Marx, que frecuentaba los mejores restaurantes europeos, tanto despreciaba. Desde este punto de vista, la película es de lo más coherente. Pero es que, además, la ácida visión de una España en incipiente cambio (estamos en el inicio del desarrollismo), está dibujada de forma soberbia con cuatro pinceladas que sirven para caracterizar a unos personajes que sintetizan la esencia de una época. La rancia España que Buñuel conoció en su niñez y juventud, representada por Fernando Rey, un fetichista con apuntes de travestismo e incluso de necrofilia, da paso a la época encarnada por Francisco Rabal, sin ataduras, pragmática y moderna, que obvia la tradición y vive el presente. En medio, la beata Silvia Pinal, que vive esta transición a través de una catarsis más bien traumática. Y bastante machista, como el propio Buñuel, todo hay que decirlo.
Shinboneniná
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