Para cuando empecé a interesarme de manera compulsiva por esto del cine, hacía ya tiempo que Woody Allen ya había alumbrado lo que los entendidos consideran lo mejor de su filmografía (“Hannah y sus hermanas”, “Annie Hall”, “La última noche de Boris Grushenko” o “Maridos y mujeres”) y se había embarcado en ese viaje por media Europa mitad proyecto vital, mitad alejamiento de una sociedad norteamericana que le había dado la espalda por su convulsa vida familiar, haciendo películas a diestro y siniestro.

Dado que me falta tiempo para revisar clásicos y dedico casi todo mi tiempo de ocio cinéfilo a las películas que van saliendo, carezco de criterio para hablar del ‘Woody Allen clásico’ y mis impresiones se basan en su películas recientes, con las que reconozco que no empatizo. En general me suelen parecer desiguales, superficiales y simples, articuladas en torno a una idea feliz con actores de moda que, según su potencial, necesita más o menos artificio para estirar la trama hasta conseguir los noventa minutos de rigor. Vista esta “Match Point”, me da la sensación de ser una obra de entretiempo, en la frontera entre las dos etapas.

Por un lado, es una obra moderna, con actores conocidos, jóvenes, de moda, en un país extranjero… pero por otros lado está hecha en serio, trabajada, con una trama llena de giros creibles y personajes complejos que evolucionan a lo largo de la duración de la película. Si, creo que esa es la clave: personajes que evolucionan. Que empiezan con unos parámetros y los acontecimientos a los que se ven sometidos les hacen cambiar de forma de ser y comportarse. Dicen que una de las señas de identidad de su cine es el conocimiento de la naturaleza humana y la forma que tienen los personajes de “Mach Point” de mostrar sus cualidades y sus miserias lo demuestra. Y lo hacen dentro de una historia que también evoluciona y nos tiene intrigados y en tensión, de la sana, gran parte del metraje hasta confirmar en qué cristaliza.

Una buena historia, ficticia pero tan bien contada que parece real, bien dirigida, curiosa y llena de sorpresas verosímiles, con unos protagonistas también creíbles. Buena película y, de lo que conozco el cine de Woody Allen, la mejor.