Si por algo destaca Hard Candy es por el descubrimiento de Ellen Page, razón suficiente para tragarse una película interesante pero irregular en la que ella brilla con muchísima fuerza. Sin duda, cuando le caigan películas a su altura se convertirá en una actriz de referencia.

A parte de Page, hay un comienzo muy inquietante y una puesta en escena y un montaje claustrofóbicos, pese a que utilizan recursos que no me suelen convencer, como la estética de videoclip y el abuso del primer plano. Sin embargo, y aunque cualquier hombre (del género masculino, me refiero) lo pasará fatal por la explotación que se hace de uno de nuestros mayores miedos, los acontecimientos se alargan innecesariamente y el final es un tanto confuso, puesto que cuesta comprender las motivaciones de los protagonistas.

Además, no terminan de convencerme estos experimentos que, bajo un barniz intelectual, se dedican a convertir el sadismo y el ensañamiento en el mensaje, al estilo de Irreversible o del cine de Michael Haneke. Supongo que peor sería que provocaran indiferencia, pero desde luego no aportan nada positivo.