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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Fantástico. Ciencia ficción. Aventuras Tras la desaparición de su padre, un científico, tres seres peculiares envían a la joven Meg, a su hermano Charles y a su amigo Calvin al espacio, para intentar encontrarlo. Adaptación de la novela de Madeleine L'Engle. (FILMAFFINITY)
21 de marzo de 2018
8 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los primeros minutos, como si tal cosa, como las cosas más importantes, se desliza una simple frase entre complejos experimentos: “ahora, recuerda divertirte”.
Es una lección que vamos aprendiendo todos, que a cada uno le llega en determinado momento, pero que no estaría de más dicha por cualquier padre, como hace el de Meg Murry.

‘Un Pliegue en el Tiempo’ recuerda divertirse, quizás demasiado.
El empacho digital de entornos coloridos y seres estrafalarios a punto está de matar la sencilla intrahistoria personal de Meg, cuando lo único que quiere hacer es favorecerla.
Pero, afortunadamente, hay algo a lo que agarrarse: límites oscuros que se llegan a tocar, inseguridades dolorosas que dejan vacíos sentimentales, y cierta imaginería perversa que refleja miedos muy reales.
(Algo bueno tiene que tener darle a todos los palos, que al final acabas acertando en alguno)

Resumiendo mal y pronto (porque sería reducir al absurdo la odisea sensorial), Meg no está buscando realmente a su padre: está buscando una versión de si misma que no sabe si existe, que existió hace tiempo, una a la que cuidó su padre y de la que poco a poco se ha ido alejando.
Un pliegue en el tiempo no es tanto una puerta para reequilibrar el universo, sino un detalle, una leve distracción donde se tiene que suspender lo que te dicen que eres, y averiguar quién eres de verdad.
Porque precisamente lo que tienen las mejores historias infantiles es la capacidad de equiparar la búsqueda de identidad a cosas tan fantásticas como salvar el universo.

Por eso, y simplemente por eso, hay que querer esta tremenda rareza, un cóctel curioso, sabroso a veces, de tratado existencial y fantasía sideral, que nunca tiene demasiado miedo de resultar incomprensible o perturbador, ni tampoco pierde demasiado el tiempo para que acabe aburriendo.
Al final, no deja de ser una niña enfrentada a su propia idea distorsionada del mundo, que en vez de dejarse arrastrar por él dice “no”, y trata de arreglarlo ella misma.
Aunque sus mayores, sus ídolos, se rindan ante la pérdida, aunque hileras infinitas de madres castradoras le digan que tiene que dejar de jugar y entrar a cenar, aunque le demuestren una y otra vez que la infancia es la etapa de la vida en la que, con cuatro palabras amables, te pueden perder y malinfluenciar.

“Lo único que viaja más rápido que la luz es la oscuridad” le dicen.
Pero el pequeño gran triunfo de esta historia consiste en darse cuenta de que, si portas una luz, la oscuridad nunca te podrá tocar.
Charles
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