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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Comedia. Drama Al finalizar su jornada laboral Paul Hackett (Griffin Dunne), un solitario programador de una compañía de informática, se ve envuelto en una serie de extrañas circunstancias que le llevan a uno de los peores barrios de Nueva York. Allí vivirá una interminable y alocada noche intentado regresar a su casa en el Upper East Side. (FILMAFFINITY)
15 de julio de 2016
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'¡Jo, qué Noche!" es una oda al hombre corriente.
Aquel que día tras día va al trabajo que le pintaron como la tierra prometida, y solo ve repeticiones en todos lados, seguidos del infaltable "yo voy a estar durante un tiempo, pero no me voy a quedar aquí". Ese que, día a día, ha logrado quedarse en su zona de satisfacción, y las más de las veces se regodea delante de un entretenimiento, ajeno a lo que hay tras los muros de su casa.
Pero también es él quien, algunas veces, mira de forma desinteresada al mundo tras la jornada de trabajo buscando algo más, cruza miradas con una chica atractiva imaginando aventuras con ella, y siente el deseo de perderse en la misteriosa noche como si nunca le fueran a encontrar.

Se podría cometer el error de pensar que 'After Hours' (mejor título original) empieza de verdad cuando Paul decide internarse en la noche, pero no, realmente empieza con todas esas rutinas de antes, para que después sepamos todo lo que está cambiando.
En la noche, Paul se despoja de su traje de informático y se calza el de explorador, que diría Sabina: porque en las horas de la madrugada da la sensación de que se vive en una jungla clandestina, ajena a los habitantes del día, solo accesible a los que se atreven a salir de casa a partir de las 12. Marcy, la chica coqueta y listilla que conoce de casualidad, es su billete de ida para atreverse por fin a explorar ese territorio que se le resistía en sus horas de trabajo.
Y dicho territorio no es nada de lo que esperaba, pues si bien al principio guarda la excitante promesa de calor humano por la que en realidad todos saldríamos a explorar, hora tras hora se desvela como un nudo cada vez más lioso del que no vamos a sacar nada en claro.

Al principio, cuando llega al apartamento de su objeto de deseo, Paul asiste confundido al ritual de su amiga Kiki construyendo una grotesca estatua de papeles, que parece reflejar algún sentimiento cercano al horror con su expresión congelada. No es el mejor momento y lugar para apreciar esa clase de manifestación artística, pero la gracia es que a medida que avance la noche se va a ir haciendo cada vez más oportuna, y hasta cierto punto profética.
Solo es la primera de muchas señales que avisan al incauto trabajador de día de que esto no es lo mismo que ve desde su oficina: aquí las mujeres no te abordan casuales con charlas sobre literatura, sino que esperan una compañía a la que contarle todos sus problemas, y de igual manera dos ladrones casuales se pueden convertir en insospechados tratantes de arte. Todos los gatos son pardos de noche, y este es un dicho que la película hace valer en cada personaje que la puebla.
Una equivocación lleva a un dilema, que lleva a una casualidad, que lleva a una revelación... Paul deja de estar seguro en un territorio que nunca ha controlado, y que otras aves nocturnas como él ya han aprendido a manejar para dar rienda suelta a sus fantasías e inhibiciones.

El tic-tac incesante de un reloj, nada casual, camuflado entre las notas de la banda sonora, se repite entre cada encuentro, mermando cuando otra persona acosa a Paul con sus rarezas, como si fuera un recordatorio de la soledad del pobre informático en ese laberinto de calles apagadas, donde a cada esquina hay una metafórica esfinge dispuesta a plantearle un enigma.
Lo más extraño puede suceder de noche, y en el fondo ese también es otra idea que la película desliza tras el hombre corriente: todas las situaciones representadas no dejan de ser la celebración del "otro yo" que desarrollamos cuando se apagan las luces y no hay que rendir cuentas a nadie por la mañana. Todos buscamos algo, un romance, una compañía, un amigo o una causa, pero da la sensación de que en la oscuridad nos sentimos más seguros para buscarlos sin temor.
El mañana ya llegará. Y mientras no llegue ese reloj que marca la madrugada nos da carta blanca para que emprendamos nuestra búsqueda.

La de Paul le llevará, como no, a ser maltratado, besado, perseguido, seducido, liado, comprometido y hasta escayolado, pero, como si se tratara de una Cenicienta inversa, el hechizo se rompe cuando empieza a despuntar el alba.
Entonces, como si hubiera sido un viaje iniciático, vuelve a su vida purificado, no importa el resultado de la búsqueda. Porque durante una noche él también fue esa anécdota que imaginaba vivida por otros.

Y quizá lo que necesita saber ese hombre corriente, a veces, es que por la noche puede dejar de serlo.
Charles
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