Es tan extraño como maravilloso que muy pocos años después de que acabe una guerra, uno de los bandos realice una película ensalzando la figura de un general enemigo. No es poca cosa, hablamos de los norteamericanos, de la IIªGM y de Erwin Rommel, posiblemente el militar del nefasto Tercer Reich que mejor fama ha obtenido con el paso de los años. Ahí queda todo lo que se ha escrito sobre el zorro del desierto, volúmenes y volúmenes sobre estrategia militar, sobre sus triunfos, tinta y tinta explicando su existencia, más allá de la guerra mundial, un hombre al que le unía un sentimiento fervoroso por su Alemania natal.

La película de Hathaway condensa una vida de más de 50 años en menos de hora y media, lo cual siempre suele ser bueno, pero en este caso (jamás pensé que llegaría a calificar la brevedad de una película como defecto) creo que se queda muy corto en minutos y en calado. No es mal biopic, pero hay que tener en cuenta que a Erwin Rommel ha pasado a la Historia como estratega en la campaña del norte de África y que en su película estos hechos suceden en un abrir y cerrar de ojos. Son muchas batallas, mucho ir y venir en el desierto y aquí apenas se le presta atención, algo que me ha decepcionado bastante. La historia de la IIªGM nos dice que la demencia de Hitler le llevaba a quitar y poner con asombrosa facilidad a los comandantes jefes de los frentes, y en uno de estos cambios a Rommel le tocó el complicado papel de oponer resistencia al recién desembarcado ejército aliado en Francia. Este hecho y su colaboración en el atentado frustrado de Hitler tienen más cabida en la película que sus acciones militares en el desierto, algo que no es poca cosa, pero sigue siendo insuficiente.

James Mason realiza una interpretación inmejorable y los momentos finales, relacionados con su eufemística ejecución, son de una potencia indiscutible. Ver a ese hombre recibiendo a sus verdugos, a escasos pasos de su final y despedirse de la familia me ha parecido de una puesta en escena formidable. Sin embargo, ya es demasiado tarde, a la película le falta profundidad y contenido, faltan los hechos que le llevaron a ser conocido como "zorro del desierto", como bien indica el título de la película.. pero desierto, lo que es desierto, bien poco.

No puedo acabar sin constatar mi asombro por la escena en la que Hitler, cara a cara ante Rommel, le reprende por su actitud derrotista, una escena brillante en la que la evidente ausencia de cordura del despreciable hombre del bigote queda manifiesta de forma ejemplar.