Cierto es que el carácter de nuestros padres supone un punto importante en la formación del carácter de los hijos, llevando a estos, normalmente, a las antípodas de los fueron sus progenitores, por alguna extraña razón. Esto, lógicamente, genera un conflicto generacional que en muchos casos acaba bien y en otros tantos no tanto. El caso de esta historia es del segundo tipo.
Mia Farrow encarna a una chica tímida y reprimida, temerosa del mundo y sus implicaciones, en contraposición al carácter radicalmente contrario de su madre, vitalista y atrevida. En el mundo de hoy, es obvio cual de los dos caracteres esta más predispuesto para el triunfo social, y esto, sumado a traumáticos eventos de su niñez, ha generado una frustración en la hija hacia su figura materna, que como una gran sombra oscurece toda su existencia, haciéndola incapaz de dar un paso en cualquier dirección.