Lejos de las bulliciosas obras maestras que rodaría años después, Altman nos lleva a vivir durante un par de horas en un campamento medico militar, de la mano de un grupo de estrafalarios personajes afanados en el gamberrismo y la frivolidad.
Todos sabemos que los medicos son, por lo general, malas personas, altaneras y arrogantes, su actitud no justifica el hecho de que salven vidas, y su virtual carencia de educación y decoro hace que visitar una consulta o un hospital se conviertan en un verdadero dolor de estomago. Sobre estas bases, la pelicula nos muestra a un grupo típico de estos individuos, con la particularidad de que están en plena guerra. Esto no les impide vivir de una manera totalmente infantil y cuasi ridícula, donde, a pesar de la diversion característica de la misma, el espectador entrevé que no son mas que niños grandes temerosos de crecer, temerosos de ser hombres, temerosos, al fin y al cabo, de la guerra, de sus artes y desmanes.
Todo aquel que esta en contra de la guerra resulta terriblemente ingenuo, por ello quizás podríamos establecer un paralelismo bastante acertado entre este grupo de odiosos personajes y los propios realizadores del film, y más teniendo en cuenta ciertas anécdotas que se vivieron durante el rodaje. Siendo así, podemos entender muchas cosas, y aunque el film resulta entretenido y ciertamente jocoso en ocasiones, da la sensación de ser demasiado adolescente, demasiado blando y vulgar, como lo es, al fin y al cabo, su público objetivo.