Miradas verdes de amor en el andén. Miradas llenas de vida, rotas por esa mirada oscura, perversa y mediocre que llena de dolor a esa otra mirada calida llena de amor, y como no, la bonita mirada azul de incomprensión del protagonista.
Y es que es una mirada, la que pone en marcha la historia; la que delata al asesino. Y es una sola mirada la que necesita Irene para acabar de convencerse de la culpabilidad del sospechoso.
Genial la escena del acorralamiento que le hace ella para que confiese, después de ver como le mira el escote.
Es una película con muchas escenas memorables. Por ejemplo, cuando aparece el cadáver, en tan indigna posición, desnudo, roto y golpeado, pero con la dignidad que da la fragilidad de lo bello y la tristeza de ver una vida rota inútilmente. La reacción de Expósito invade la pantalla y sobrecoge durante unos segundas en un silencio clamoroso.
También me gusto mucho la escena del campo de fútbol, cuando nosotros descubrimos al asesino antes que ellos , en primer plano, de perfil, y parece como si fueran a marcharse sin verlo entre el gentío.
Ricardo es un fantástico actor. Siempre interesante. (Un poco acartonado el rostro en su vejez.)
El actor que interpreta al marido de la victima, Pablo Ago, (la mirada calida llena de dolor), llega al alma… y el desenlace es, perfecto. Te puede gustar o no, pero es coherente con la personalidad y el dolor de los personajes. Me ha gustado mucho.
Merecido Oscar a una película fresca, sincera, con pocos medios pero sobrado talento.
Por cierto, como me recuerda el interprete del asesino, con Christian Bale en American Psycho.