Se le perdona a Argento su sangre rosa como el licuado de fresa. Se le perdonan también sus muertes truculentas en exceso (es giallo, después de todo) y detalles discutibles de las tomas como algunos zooms demasiado descarados (el de los gusanos o la alberca, por ejemplo), todo en nombre de un grandioso esteticismo. Sí, las imágenes y la atmósfera de "Suspiria" son bellísimas. Esos decorados, esas luces, crean un conjunto malsano dotado de encanto y peculiaridad. En ese sentido, no hay otra alternativa que reconocer lo evidente: el italiano sabe de la imagen.
Lo que no se le perdona es que, por cuidar la maestría visual, se descuide el argumento y el guión. La premisa y su desarrollo son bastante endebles; la forma de tratarlos no ayuda a mejorar las cosas. Podría hacerse aquí un listado de los agujeros en la historia, pero no tiene caso. Porque, al parecer, todo está al servicio de unas secuencias espectaculares que hilan un relato apresurado, casi informe. En mi humilde opinión, la forma y el fondo no tienen razón para estar peleados. Pueden ser ambos excelentes, complementarse mutuamente, si el autor posee el suficiente talento para ello. Y Dario Argento, o no lo tiene o no le da la gana intentarlo.
Las actuaciones no ayudan mucho. Harper está decente en la mayoría de las ocasiones, aunque no hay mucho más (¿Casini, tal vez?). La última escena en la que aparece Madame Blanch transmite todo, menos lo que debería transmitir.
Por lo tanto, esta crítica es un réquiem por lo que pudo haber sido y no fue. Da rabia ver cómo esa hermosura se pierde en la nada, cómo es que esos fotogramas no pueden captar por completo tu atención por mucho que lo intenten. La música llega a hacerse cansina y sólo vuelve al filme tontamente predecible -el tema de marras de los Goblin, por ejemplo. Es una pena ver que el director recurre más al "screamer" que a la sutileza. Si ése es el factor de miedo en una película de horror, apaga y vámonos.
Será en otra ocasión, Argento.