Parece que el departamento de peluquería de esta película se empeñó en hacer un estudio del bigote. Exceptuando a Billy Zane (que sale poquísimo) y unos cuantos extras, todos los hombres lo llevan.
En fin, quitando esta curiosidad de la que no sé ni cómo me he dado cuenta, es uno de los títulos del “revival” que tuvo el western en los años 90. Es casi un homenaje al género, con muchos elementos típicos y tópicos, que nos cuenta el duelo en el OK corral y el enfrentamiento de Wyatt Earp con la banda de los fajines rojos (unos malos muy malos, que mataban casi por gusto).
El reparto es muy coral y está lleno de caras más o menos conocidas. Después de Kurt Russell (con una cara de niño bueno que no pega en el oeste), está Val Kilmer haciendo un papel de chulo, Bill Paxton y muchos más.
El protagonista es el típico héroe retirado que quiere que le dejen en paz vivir tranquilamente, y por supuesto no le van a dejar.
Aunque tiene muy buenos momentos cuando hay enfrentamiento o en secuencias dramáticas, en general la película hace honor a su nombre y es un poco tostón.
Pasan más tiempo mostrándonos la vida cotidiana de los personajes que ofreciendo acción o escenas más interesantes.
Le sobra metraje y se hace larga. Por ejemplo, ¿para qué sirve la secuencia del teatro?
Y así, entre discusiones de bar, póker, sueños de una vida mejor y la enfermedad de Doc, se pasa más de la mitad de la película y todavía no ha pasado casi nada.
Cuando llega lo bueno, sucede bastante rápido y cuando ya tendría que terminar, se sigue alargando innecesariamente.
La verdad es que no está mal del todo, pero su ritmo es muy desequilibrado, quedando bastante peor de lo que podría haber sido. Eso sí, la fotografía cuando hay una puesta de sol es espectacular.
Nota real: 5,5