Los protagonistas del cine del mago del suspense solían pasarlo mal.
En esta ocasión, fue el galán Montgomery Clift el que tuvo que ponerse en la piel de este sacerdote en un buen dilema moral relacionado con el secreto de confesión, que al final le acaba poniendo en serios problemas. El actor lo hace bastante bien, transmitiendo su agobio y su conflicto interno.
El film no se sale del habitual molde de otros trabajos de Hitchcock, donde una persona normal tiene que lidiar con un lío que le viene bastante grande. Además, tiene el sello del genio, a pesar de no ser uno de los títulos más recordados de su filmografía.
Con la sencillez de medios de su época, lo importante era el guion, y el de esta película es bueno.
La investigación del crimen es intrigante porque se mezcla con la situación del cura, que sabe mucho más de lo que dice.
Este director siempre supo contar muy bien sus historias, y esta no es una excepción.
Diría que es incluso más entretenida que ciertos otros éxitos mucho más conocidos. Y eso es mucho decir, cuando básicamente lo único que hay son diálogos, excepto en el “flashback” del relato de la mujer, donde se explican muchas cosas y la trama se complica todavía más.
Una más que buena película de suspense.