Esta película en el fondo no trata de exorcismos, sino del eterno tema de la falta de fe, y cómo recuperarla. Lo que pasa es que el protagonista para vencer sus dudas, deberá enfrentarse al mismísimo demonio.
Lo primero que hay que decir es que Anthony Hopkins no es el protagonista, sino que es Colin O'Donoghue, interpretando a un seminarista que viaja a Roma para recibir un curso de exorcismo.
Sin embargo, la presencia de Hopkins es imponente, como en casi todas las películas que hace, y se come la pantalla con patatas.
En cuanto a la historia, no podemos decir que se centre solamente en el terror, si no más bien en dudas religiosas, como he dicho antes, y en la lucha entre el bien y el mal. Aún así hay algunas escenas inquietantes, que ni de lejos se acercan al desasosiego que se siente viendo "El exorcista", con lo cual la peli de Friedkin sigue siendo insuperable.
La película es buena, eso sí, se salva por Hopkins, sin el cual quizá hubiera sido del montón sin más.