A pesar de su internacional y ya larga carrera (que podemos decir sin exagerar que se remonta a los tiempos de Troya), no esperaba encontrarme en este film alemán una actuación tan estupenda por parte de Diane Kruger.
Su personaje no es políticamente correcto, como los que ha hecho en otras películas. Está llena de tatuajes, fuma sin parar, toma otras cosas e incluso se casa con un hombre de dudosa reputación. Y al mismo tiempo, es una buena y amantísima madre y esposa, cuya alma termina rota por las circunstancias, lo que permite a Kruger hacer un excelente trabajo interpretativo a nivel de transmisión de emociones.
La trama podría haberse centrado en la acción o tomar la forma de un thriller de venganza, pero yo la catalogaría más como un drama bastante fuerte e intenso, aunque de ritmo algo lento.
Acompañamos a la protagonista en su profundo dolor, hasta el punto de llegar a empatizar perfectamente con ella.
Trata también un tema interesante poco conocido fuera de Alemania, como es la intolerancia contra la comunidad turca, muy presente en ese país.
Como algunas obras de teatro o películas de Tarantino, todo se distribuye en tres capítulos diferenciados, que narran una historia secuencial pero que al mismo tiempo parecen tres películas distintas.
Es un retrato duro del dolor del alma humana cuando se somete a una de las experiencias más desagradables que se puede experimentar en la vida. Como película, es un claro caso en el que la actuación de la actriz principal es tan buena, que no importa que sea lenta o que no pase gran cosa.