'Whiplash' me pone de los nervios. Mejor dicho, J.K. Simmons es quien lo hace. Aunque bajo un resultado placentero, en un rumbo vívido y realista. Pocas películas lo consiguen. Y eso es cortesía de los detalles: la sangre, el sudor, las lágrimas... Detalles tan bien cuidados, tan profundos, tan minuciosos, que se convierten en creíbles (sean espejo de la verdad o no). Es decir, de un argumento con apariencia de grano de arena: un joven baterista de jazz que quiere triunfar en el Conservatorio de Música de la Costa Este, logra emanar un desierto de emociones: frustración, cansancio, ira, ¡estrés! Sensaciones que se vuelven tuyas durante el transcurso de la cinta. Eso no es cine: es magia, pienso yo.