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España España · Barcelona
Voto de Jaime Flores:
8
Intriga. Drama Leonard Vole (Tyrone Power), un hombre joven y atractivo, es acusado del asesinato de la señora French, una rica anciana con quien mantenía una relacion de carácter amistoso. El presunto móvil del crimen era la posibilidad de heredar los bienes de la difunta. A pesar de que las pruebas en su contra son demoledoras, Sir Wilfrid Roberts (Charles Laughton), un prestigioso abogado criminalista londinense, se hace cargo de su defensa. (FILMAFFINITY) [+]
21 de septiembre de 2020
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Hay películas que transpiran magnificiencia, que se saben majestuosas, que están bien hechas, en su máxima y más amplia definición, y no por una alienación fortuita de los astros, sino porque detrás, y delante, hay genios. En plural. "Testigo de cargo" es una obra maestra, y lo es más allá de poseer una buena historia, un gran guión y un reparto en estado de gracia, porque películas con buenas historias, grandes guiones y repartos en estado de gracia las hay a patadas. Ser una obra maestra significa tener ese "algo" inexplicable, que no se ve ni se toca, y "Testigo de cargo" lo tiene.

Con un inicio ocurrente y original como pocos, la película empieza fuerte y no decae en ningún momento, reuniendo una infinidad de pequeños detalles que son los que marcan la diferencia. La mayoría de ellos se encuentran en el protagonista y sus circunstancias, un ser emblemático, repleto de recovecos y con un porcentaje de infantilismo grandioso, lo que le hace proceder como un auténtico niño-adulto, travieso y jovial. Junto a su enfermera, y mujer en la vida real, forma una pareja cómica de las que quedan grabadas en la retina, donde el juego de tira y afloja que se traen les hace brillar a ambos. El guión es extraordinario, la base fundamental de "Testigo de cargo". Es un no parar de diálogos ingeniosos, navegando con una soltura mayúscula entre la comedia, casi incesante y muy bien incrustada, y la seriedad que debe tener cualquier drama judicial.

El reparto más de lo mismo, con una batalla cruenta entre el protagonista, dueño y señor de la función, y una secundaria irresistible que hace peligrar su trono cada vez que aparece. Si tuviese que decir cuál es la estrella de la película, no sabría por cual decidirme, porque ambos se complementan a la perfección. Hablo de Charles Laughton, por supuesto, que está inconmesurable y realiza uno de los protagónicos más espléndidos que he visto nunca, a la altura de la Davis de "Eva al desnudo", del Pacino de los "Padrinos", de la Dunaway de "Network" o del Dicaprio de "El lobo de Wall Street". Y también hablo de Marlene Dietrich... Qué monumento de mujer. Aún no había visto ninguna de sus películas y ahora entiendo porqué está considerada como una de las estrellas más importantes del cine clásico. Ella, con su magnetismo, le da a la película una elegancia y un misterio que muchas quisieran. Sus apariciones son casi angelicales, tan embriagadoras como inalcanzables, y es perfectamente consciente de que está aquí para deleitarnos, dándonos un bofetón divino a todos y cada uno de nosotros, porque lo único que nos permite hacerle es admirarla.

Tyrone Power, que lo venden como el otro gran protagonista, resulta el menos interesante de todos, por desmesurado y por poco creíble, sufriendo una sobreactuación que le hace parecer una caricatura. Hablando en plata, Laughton y Dietrich se lo comen con patatas. El final parece, junto a Power, lo más flojo de la película, pero lo cierto es que no lo es. Enrevesado y chocante sí, pero no flojo.

"Testigo de cargo" es, si tuviese que definirla, una celestial reunión de factores extraordinarios.
Jaime Flores
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