Hay que estar muy loco o ser un genio contrastado en este mundillo para hacer lo que hace Tarantino en esta película... o ambas cosas.

Creo que con el paso de las horas te deja más satisfecho. Esa atmósfera en la que te envuelve, primero con el paisaje nevado por la ventisca (llegas a pasar frío y terror), y después con la tensión generada en la taberna, ambas bajo el paraguas de una música sublime del eterno Morriconne, es casi imposible de conseguir, y eso hay que valorarlo enormemente.

De todas las que ha dirigido, esta es la película con más guiños al cine clásico del oeste, al tema racial, a la Guerra Civil Americana y al resto de sus films, no sólo con un reparto de muchos de sus fieles, sino también con el guión. Es un reflejo de Reservoir Dogs, en el mundo de Django.

Con sólo dos ubicaciones es capaz de tenerte pegado al asiento (salvo que no te guste su estilo... hay que ver mucho cine para entender a Tarantino) durante tres horas.

Aunque quizás me falte un actor más puntero, el reparto se defiende sobradamente bien, sobre todo con un Kurt Russell y una Jennifer Jason Leigh que se apoderan de la película, esta última especialmente.

Por todo ello, y permítanme la expresión, creo que Tarantino se ha sacado la chorra más que nunca y ha hecho la película que más quería hacer como más le ha dado la gana. Y es que con Quentin todo vale, y yo se lo agradezco.