Le encuentro a la cinta varios fallos, entre ellos una narración inadecuada para contar lo que se cuenta, que viene a ser nada, por lo que el viaje cinéfilo, llamémoslo así, es muy aburrido y bastante intrascendente. Grave. Además, hay que tener en cuenta lo novato del director por aquellas fechas, pues no vale con mover la cámara de un lado para otro y probar diversas virguerías, innecesarias, por cierto, para ser considerado un maestro en el terreno. No tan pronto. De ahí que yo, en concreto, afirme que a Scorsese por entonces aún le faltaba comer muchos yogures. Por suerte lo haría. Relacionado con la técnica, aspectos como los de fotografía y banda sonora caen por su propio peso, quiero decir que no están nada conseguidos, o no vienen al caso o simplemente molestan. También grave.

No obstante, los fallos más imperdonables vienen de guión y casting. El primero, aparte de lo anodino que resulta, como hemos dicho, peca de poco natural y de forzado con tanta voz en off sobrante y tantas actitudes injustificadas de sus protagonistas, tontos como ellos solos y con aspiraciones que le quedan grandes, a todos. Pero, ay, que puede que todo ello me diera igual de no ser porque, en efecto, actúa Harvey Keitel, probablemente uno de los actores más odiosos y sobrevalorados (por la cantidad de trabajo, deduzco) del panorama fílmico. Y es que no trago a ese tío, cojones, no lo aguanto, no puedo verlo, es malo con ganas el cabrón. Y si no atentos a la cara de lelo que pasea durante toda la película. Vaya gángster de pacotilla.

En fin, por último, debo reconocer que la portada mola mucho...
Mi enhorabuena al dibujante.