Ahora que el cine americano recurre con demasiada abundancia al "remake", me gustaría comenzar esta crítica expresando mi deseo de que se haga un "Taxi driver" actúal, porque desde el año 76 nunca se han recorrido las calles con tal oscuridad y desesperación, porque puede que sea la única película que expresa un desequilibrio mental con esta imparcialidad, de modo que el propio espectador es el que valora el sentido de los actos de este deambulante nocturno, pero sobre todo me parece imposible que se pueda repetir esta manera de expresión de la violencia, reconozco que siento algún instinto por la violencia directa, pero en esta película, salvo el capítulo final donde se produce la brutal descarga sangrienta, se utiliza la violencia implícita de un modo artístico inigualable.

Este taxista recorre N.Y. rodeado de escoria que va pasando por su asiento trasero dejando semen y en ocasiones sangre, una sociedad enferma por el sexo y las drogas, por lo que es imposible que la suciedad no le alcance, sobre todo tratándose de un ex-soldado desesperado, impotente, desintegrado y solitario, que busca contacto con una belleza fuera de su alcance para dotar además a la película de una contradicción tras otra, una atmósfera sobre la política que enlaza y cuadra a la perfección un puzzle en el que nuestro personaje se va nublando hasta entrar en el delirio irreversible, con unos pasajes a modo de improvisación para el recuerdo y un deseo de venganza y redención al mismo tiempo que conforman una película perfecta en su narración y desenlace, total libertad de expresión y total libertad para que el espectador saque sus propias conclusiones ante este maníaco, ante la sociedad y las desastrosas consecuencias que tienen unos sobre otros, no me puedo despedir sin citar el brutal atractivo que tiene la secuencia final. Gracias por este producto que nos explica porqué muchas personas no pueden dormir por las noches.