Vista dos veces, la primera, cuando era prácticamente un niño y por aquel entonces adoraba este tipo de películas, con santos de la Biblia y toda la parafernalia, me pareció muy bonita. Me gustó mucho.
Hace poco, concretamente el 18 de febrero de 2016 la he vuelto a ver y mi consideración hacia ella se ha reforzado, encontrándome con un brillante ejercicio fílmico, con una elegancia plástica apabullante gracias a la soberbia dirección artística, vestuario, peluquería y preciosa fotografía, amén de la potente banda sonora de Franz Waxman (aunque la preciosa canción que se oye apenas es esbozada en unas escenitas en el desierto).
Además, las interpretaciones son de recibo, siendo punto y a parte la exquisita Peggy Wood.
Muy bien dirigida por Henry Koster, al que muchos le consideran simplemente un artesano, consigue una narración clara y logra un entretenimiento de primer orden. que deja un inmejorable sabor de boca.
Un film, en suma, muy ameno, que deja un inmejorable sabor de boca.

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