En este film, Alfonso Cuarón honra este oficio, su oficio.
Como otro cualquier artesano, Alfonso debe sentirse orgulloso del producto final. Al igual que otro orfebre lo sentiría al acabar un juego de café cerámico, otro, una litografía, un cuento o varios poemas.
La belleza plástica y la utilización de la luz cubre como un manto penicilínico cualquier exceso de guión, que apunto estar de caer en la ñoñería la superautocomplacencia, cubre con la dosis adecuada de tensión y estructuración rítmica esa incursión en un pasquín de superación y autoestima. Pero no son mantos para tapar, para ocultar. Son mantos para deslizar, para dejar fluir un barro entre los dedos y moldear, a su imagen y semejanza Gravity.
Simplemente eché en falta más silencio. Ese del que el personaje de Bullock descata de su estancia espacial.
Aún así,al artesano Cuarón le ha quedado un jarrón muy florido.