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Voto de Juanjo Iglesias:
6
Terror Una madre le regala a su hijo un muñeco por su cumpleaños, sin ser consciente de la naturaleza maligna que esconde en su interior. (FILMAFFINITY)
29 de junio de 2019
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Lars Klevberg realiza en su primer largometraje un sugestivo y por momentos brutal reboot del mítico Chucky. Supera a sus predecesoras en la franquicia con una mezcla del clásico e irónico humor, un guion más complejo y con más capas narrativas y escenas gore que rinden tributo a clásicos como “La matanza de Texas 2”. No ofrece nada inédito, pero los guionistas han logrado mezclar este icónico personaje con una historia francamente interesante sobre inteligencia artificial.

Un trabajador de la corporación de juguetes Kaslan decide modificar el comportamiento de uno de sus muñecos ´Buddy`, como venganza contra su jefe. Al poco tiempo, Karen, vendedora de unos grandes almacenes, consigue regalarle a su hijo Andy uno de esos muñecos tan deseados por los niños. El mal funcionamiento de Chucky comienza siendo divertido, pero con el paso del tiempo se convertirá en una terrible pesadilla.

Stephen King, en su crónica sobre el género de terror popular titulado “Danza Macabra”, explica las tres figuras de la novela posromántica que resumen todos los personajes literarios y cinematográficos de la cultura del género en el siglo XX: “El Doctor Jeckyl y Mr. Hyde”, “Frankenstein” y “Drácula”. Chucky no es ni más ni menos, que una nueva versión del macabro doctor al que, por las noches, sus instintos convertían en bestia. Un tierno y amable muñeco que se convierte en alimaña asesina y cuyo nombre completo es Charles Lee Ray; tomado de la mezcla de tres de los asesinos americanos más icónicos de la historia: Lee Harvey Oswald, James Earl Ray y cómo no, Charles Manson.

La estética visual de la película bebe de uno de los últimos éxitos del género de terror, la versión de Andy Muschietti del payaso Pennywise en “It”. De la mano de sus mismos productores nos ofrece una tenue fotografía capaz de crear ambiente y con algunas escenas interesantes, pero que no está a la altura de la versión de la obra de King. Y la fotografía no es lo único que toma del filme sobre terrorífico payaso. Su ambientación es muy similar, pero también lo hace a nivel de personajes, con una pandilla de chavales que no tienen el romanticismo y la palpitante emoción de la de Muschietti, pero sí juega con los mismos patrones narrativos, herencia de películas como “Los Goonies”, o “Cuenta conmigo”. El final de la película evoca claramente y diría que llega a plagiar las alcantarillas de Derry que diseñó Muschietti en su obra.

A nivel actoral la propuesta deja la brillante firma del joven Gabriel Bateman, en el papel de Andy, el chaval dueño del muñeco. Consigue emocionarme y se presenta en pantalla con una fuerte personalidad, contrastada con la inocencia del personaje y dejándose llevar con pericia por los suspenses creados por el guion. Aubrey Plaza, es convincente como Karen y Brian Tyree Henry, conforma un tierno detective ya manido en la saga que analizamos.

A pesar de haber mejorado la saga, hecho que no era difícil ,Lars Klevberg adolece de falta de experiencia y algo de esa magia que tienen los grandes directores. Si seguimos la comparativa con Muschietti queda en evidencia ya que se ha buscado la misma fórmula y se ha logrado sólo a medias. A falta de un mejor director, la película se queda a medias entre el buen cine y el producto de mercado para salas, Blueray´s y plataformas en streaming.

Donde sí funciona de verdad la película es en la transformación de un personaje lúdico y frívolo en una interesante reflexión sobre inteligencia artificial. Por primera vez en la saga, se ha conseguido que el diabólico Chucky transforme el gore barato, la violencia insustancial y un humor adolescente y estúpido, en un personaje que se asoma a las míticas y críticas preguntas que se hacía Roy Batty en “Blade Runner”. Viendo la película me venían a la mente los planteamientos de Stanley Kubrick y Arthur C. Clark en “2001: una odisea del espacio” o las afirmaciones de prestigiosos neurólogos que auguran que internet, llegado el momento, cobrará voluntad e inteligencia por sí mismo. Todas estas ideas, están de vez en cuando aderezadas con un muy correcto gore, que se reivindica de forma perspicaz, a pesar de la mala prensa del género.

Es cierto que toda esta fascinante predicción científica y las preguntas que plantea están envueltas en un marasmo de cine comercial para adolescentes, pero sabiendo mirar, propone una grata sorpresa que reivindica el denostado y vulgarizado género de terror. El terror y el humor siempre han tenido mala mezcolanza, pero Klevberg y su guionista Tyler Burton Smith han sabido renovar y dar aire limpio al, ya carbonizado a base de remakes, personaje de Don Mancini.

Ya he citado varios homenajes, en algunos casos plagios, de clásicos del cine de ciencia ficción o el gore. Podríamos añadir una humorística evocación de “El cortador de césped” de Brett Leonard y con ello volvemos a King, o el mejor toque humorístico de la película que es el tributo al tema “The end”, de The Doors, para el deleite de los más melómanos.
Juanjo Iglesias
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