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Voto de Antonio Morales:
7
Aventuras En 1787, el Bounty zarpa del puerto de Portsmouth con destino a Tahití para cargar el fruto del árbol del pan. El capitán Bligh, que desea llegar cuanto antes a la isla, impone una férrea disciplina a bordo. Cuando llegan, la tripulación se encuentra con un auténtico paraíso que nada tiene que ver con el infierno vivido durante el viaje. (FILMAFFINITY)
11 de junio de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de aventuras marinas abordó en tres ocasiones la tragedia de “La Bounty”. La primera en 1935 dirigida por Frank Lloyd, seguramente la mejor versión, con Clark Gable y Charles Laughton, la de Roger Donaldson fue la última en 1984, con Mel Gibson y Anthony Hopkins y ésta de Lewis Mileston que si no es la mejor, al menos es la más espectacular y lujosa por el enorme presupuesto que la MGM invirtió en el proyecto. Basada en la trilogía novelesca de Charles Bernard Nordhoff y James Norman Hall, cuyos títulos son: “Rebelión a bordo”, “Hombres contra el mar” y “La revolución de Pitcairn”. La película comenzó dirigida por Carol Reed que al poco tiempo fue despedido por su mala relación con un caprichoso Marlon Brando que pretendía mejorar el argumento a su medida y lucimiento, pues era la estrella mejor pagada además de tener un porcentaje de la exhibición del film. La película era un ambicioso proyecto que pretendía competir en taquilla con la grandiosa “Lawrence de Arabia”.

Como gran cine de aventuras, el film posee la frescura y la implicación emotiva de lo mejor del género, manteniendo las coordenadas narrativas esenciales, el punto de partida es de un gran atractivo, el viaje es una prueba más de que la aventura es una cuestión de mirada. La alegría de contar sobre un horizonte sin límites, una historia coral de dramáticos conflictos humanos y de aguda reflexión existencialista. Estamos en diciembre de 1787, la flota de la marina Británica dominaba todos los mares del planeta y la Bounty se hace a la mar durante un largo viaje en el que encontrarán serias dificultades en alta mar, convirtiéndose en un calvario para la tripulación, antes de aprovisionarse en Tahití de semillas de árboles del pan para transportarlo a las Islas Occidentales, donde el fruto será utilizado como alimento barato para esclavos.

El punto de vista narrativo de “Rebelión a bordo” oscila entre dos personajes: el teniente de navío Fletcher Christian (Brando), segundo oficial de la Bounty, un marino noble y leal, partidario de motivar y ganarse el respeto de la tripulación mediante un trato justo y el capitán Blight (Trevor Howard), un canalla despiadado y cruel, un déspota que hace regir en el barco el “código de guerra” castigando injustamente a la tripulación que califica de “rufianes y piratas”, mientras se jacta en la forma, “no castigo por disciplina, sino para humillar”. Su ceño fruncido, su mirada inquisidora y perversa, su curvado torso, su cinismo lascivo y su provocación abyecta, su codicia (roba parte de la comida a su tripulación, falseando el libro de víveres, para “garantizarse” su porvenir), todo ello configura uno de los villanos más perversos de la Historia del cine.

Una película técnicamente perfecta, de fotografía, ambientación y grandes secundarios (Richard Harris), que tiene todos los ingredientes para disfrutar de un gran espectáculo, además de plantear reflexiones sobre la condición humana. Lo que cuenta, en el fondo, es una parábola bíblica sobre el bien y el mal, dada a través del enfrentamiento entre obediencia y desobediencia, por medio de los límites que separan la justicia de la injusticia, lo que se entiende por deber, y lo que se entiende por humanidad, una parábola sobre el poder ejercido desde la tiranía hasta la relatividad de la justicia humana, desde la enfermiza obsesión de un capitán hasta el inocente idealismo de un segundo oficial.
Antonio Morales
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