¡Alfred Hitchcock es uno de los grandes del Séptimo Arte! Y revisitar su obra, un auténtico placer. “La sombra de una duda” del año 1943 representa una de sus primeras películas en los Estados Unidos. Todo es corrección y formalismo en la puesta en escena, es como si Hitchcock, al hacer una obra limpia, tratando de no incurrir en gruesos errores, estuviese enviando un mensaje a sus socios estadounidenses y diciéndoles que él podía narrar imágenes de una forma competente. El suspenso característico en él queda relegado, con todo, ésta película es precursora de otras de mayor calado. Aquí Hitchcock, hombre de contrastes, nos ofrece el retrato idealizado de una familia clase media convencional americana que empieza a subvertirse por la inesperada llegada de un misterioso tío de encantadora apariencia pero que esconde extraordinarios secretos. Esta situación nudo nos traslada a un suspenso comedido, pero efectivo, que va in crescendo hasta el desenlace final, en éste caso, ejemplarizante. Y es que Hitchcock no fue un rebelde anti sistema, por el contrario, fue un hombre bastante convencional que exploró el lado oscuro humano de una forma un tanto atípica para los cánones de su época. Su atrevimiento es a base de sugerencias y matices, nada de hiperrealismo grosero y nauseabundo. Su filmografía fue evolucionando hasta ahondar en la psicología humana y sus tendencias más retorcidas, aunque nunca como un rebelde desaforado sino como un aventajado y calculador hombre de negocios capaz de hacer conciliar su amor por el cine y una fama merecida que le permitió lucrarse.