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Voto de Vivoleyendo:
7
Thriller En este desenlace de la saga Millennium la tensión se dispara. Tras el agónico final de La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, puede que Lisbeth Salander haya sobrevivido a ser enterrada viva pero sus problemas están lejos de haber acabado. Está acusada de triple asesinato y fuerzas poderosas intentan silenciarla de una vez por todas. Mientras, Michael Blomkvist escarba en su oscuro pasado y pronto encuentra sus huellas. (FILMAFFINITY) [+]
27 de noviembre de 2010
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Noomi Rapace es lo que verdaderamente otorga gran parte del valor a la última entrega de la saga sueca más famosa de los últimos tiempos. Es la Lisbeth Salander idónea. Oscura, fuerte, casi pétrea en su dureza. Una resistencia que avanza más lejos de lo que suele ser habitual en el plano físico y psíquico del común de la gente. Una fuerza de voluntad y una determinación titánicas, que nadie se figuraría contemplando su menudo cuerpo y su extraño aspecto.
Porque Lisbeth está forjada de un material atípico, obra y gracia tanto de su temperamento natural, como de los muchos kilos de miseria que la vida le ha echado encima. Víctima directa de conspiraciones que salpican a los niveles gubernamentales y estatales más altos, se ha forjado a sí misma en un férreo muro de soledad e introversión para protegerse y arreglárselas sin ayuda. Su bien amueblada cabeza dista mucho de presentar los síntomas patológicos que se le atribuyen.
Personaje magnético y hermético, rabiosamente inteligente, de fachada inescrutable, detractor acérrimo de las injusticias contra las personas indefensas, justiciero a su manera, manera cuya máxima es evitar a toda costa a la policía, las autoridades y los psiquiatras. El silencio obstinado y desafiante de Salander, así como sus frases cargadas con el veneno justo y más certero, son su respuesta y su bofetón a la hipocresía y la corrupción institucionalizadas.
Para la casi totalidad de los mortales es imposible penetrar por su grueso caparazón forjado en años de maltrato, crueldad e indiferencia por parte de quienes deberían haber velado por ella. Solamente algunas personas, muy escasas, encuentran espontáneamente el resquicio por el que colarse en su recio corazón. Una de ellas es el carismático y osado periodista Michael Blomkvist, quien no la ha abandonado jamás.
El rictus de cada sonrisa levemente esbozada en el rostro de Rapace-Salander, esa sonrisa que no se prodiga en esas facciones entrenadas para no mostrar más que una máscara de impasibilidad, es un signo de triunfo, del hielo que se permite derretirse un poco durante un íntimo momento de satisfacción cuando la autora de dicha sonrisa comprende que, después de todo, existe eso tan costoso llamado “amigos”, “buena fe”, y “conciencia”.
La dura de pelar e ingobernable muchacha escupe toda su indestructible dignidad a las sucias caras del puñado de terroristas de Estado que la acosan sin descanso.
Para que otras niñas de doce años no tengan que arrojar bidones de gasolina ni cerillas encendidas a su peor enemigo. Para que no les roben sus vidas haciéndolas languidecer atadas a una cama de hospital, ni quitándoles su libertad.
Para que las víctimas de malos tratos de cualquier índole sepan que hay una Lisbeth Salander que no dejará impune, si puede evitarlo, ningún caso de abusos con los que se encuentre en su curtida trayectoria de reina de los desamparados.
Vivoleyendo
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