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Voto de Vivoleyendo:
2
Drama Un joven peruano (Giovanni Ciccia) sueña con ser escritor mientras trabaja como redactor en prácticas en un periódico sensacionalista. Por su carácter, se integra fácilmente en la redacción y demuestra día a día su talento. Su jefe, un hombre desencantado, delega en él todos los temas y ve en el joven su propio retrato de juventud. El redactor tiene en su jefe el modelo de lo que él no quiere llegar a ser. Pero el hombre entiende que ... [+]
6 de mayo de 2008
11 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si de por sí el periodismo sensacionalista se ha ganado a pulso el más exacerbado de mis desprecios, mediocridades como esta peliculucha de tres al cuarto no contribuyen precisamente a mejorar mi opinión.
Para empezar, no soporto el ambiente sobrado, prepotente y machista del siete machos del jefe de la sección de policiales del periódico Clamor, ni que su deleznable ideología pseudo-cavernícola sirva de modélico ejemplo al protagonista, un aprendiz de siete machos que patéticamente intenta emular a su ídolo sin llegarle a las suelas. Y no es que su ídolo haga muchos méritos. Feliz idiota que se cree una autoridad.
También me cae como diez patadas en la barriga esa atmósfera de buitres carroñeros que van a por la noticia, pasando por encima de las tragedias como si éstas no fuesen más que los monos de feria con los que un puñado de aprovechados y hienas (perdón, periodistas) comercian sin el menor escrúpulo de conciencia.
Me da asco ver ese aire de autocomplacencia de los orangutanes que se dan palmadas en la espalda mientras alardean de las tías que se han tirado (ni el parchís, oigan; no se comen ni una y cuentan veinte) y de los callos que se revientan el uno al otro echándose pulsos, entre efluvios de tabaco (eso sí, fumado con boquilla para darle más cachet), de vino peleón y de esencia de machote (o sea, viril sudor de cuatro días sin ducharse y tufillo a bestia en celo que se mata a pajas).
Me decepciona en gran manera ser testigo de cómo Alfonso, el Varguitas, se deja influir por tan honorable código de conducta de su superior, como un monigote al que cada cual maneja a su antojo. Pues que te aproveche con tu modélico aprendizaje, capullo. Por mí podrías seguir matándote a pajas porque, si por mí fuera, ibas a estar más a dos velas que la gata de un cardenal.
Si todo eso es lo que implica ser periodista de la prensa sensacionalista, entonces que les den por el culo y así se les baja su aura de machotes. Como mujer, me resulta insultante, zafia, palurda y vergonzosa toda esa supuesta enseñanza de un veterano a un joven.
Me recuerda a la costumbre que los padres tenían de llevar a sus hijos púberes a los burdeles para que se espabilaran con las mujeres de la vida, antes de atarse la soga al cuello con la mujercita decente florero.
Si ese espécimen es un modelo a seguir, entonces es preferible esterilizarse antes que parir semejante aspirante a mierdoso, o llevar una ristra de ajos al cuello y un crucifijo antes de acercarse a menos de diez metros del susodicho.
No he podido con la película. Si ése es el mundo que ensalza, el del periodismo barriobajero que explota el morbo de lo trágico, entonces Francisco J. Lombardi se la puede ir metiendo por el esfínter anal.
Vivoleyendo
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