Es un dolor impreciso, que no se sabe dónde duele. Tal vez sea la pena por la vida que pasa, por todo lo que se pierde, por todo lo que se va, por la fugacidad de lo pleno, por los caminos que no se tomaron, por lo que nunca se tendrá, por tantas cosas sin ver, sin descubrir, una piel que no se tocará, una canción que no se escuchará, un amor que se quedará esperando.
"Seda" es como su título, suave, sutil, delicada, describirla la empobrece, hay que sentirla en el roce con la piel. Sensaciones que duran un momento y que se graban en la memoria de los sentidos.
La esencia más pura del amor es aquí etérea y silenciosa, no precisa palabras, ni promesas. Comprende y habla con gestos y miradas, llega hasta el fondo del corazón.
Y aguarda siempre. Toda la vida.
El amor es esperar con la paciencia del gusano de seda.
Es hogar, viaje y destino, es puerto y es mar, es descanso y es peligro, es paz y es tormenta, es marchar hacia el otro lado del mundo para perseguir su tacto esquivo y volver para que su abrazo cálido rodee como un nido y derrita el cansancio de la búsqueda de ese algo que ya no se sabe por qué se busca.
Las razones se olvidan.
Y al final, en el jardín de los recuerdos, sólo quedará la melancolía por las primaveras que se fueron.