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Voto de Vivoleyendo:
7
Comedia. Romance Cuatro historias independientes con un escenario común: la ciudad de Roma. En la primera, un matrimonio americano (Woody Allen y Judy Davis) viaja a italia para conocer a la familia del prometido de su hija (Alison Pill). En la segunda, un italiano (Roberto Benigni) se hace famoso sin motivo de la noche a la mañana. En la tercera, un arquitecto californiano (Alec Baldwin) visita Roma con sus amigos donde conoce a un estudiante (Jesse ... [+]
27 de enero de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dejaré aparte que cada vez que veo una nueva peli de Woody dedicada a alguna ciudad europea y la comparo con la lamentable "Vicky Cristina Barcelona" se me vuelve a retorcer el entripado que se me quedó por el hecho de que la cagara precisamente al rodar en España.
Su dedicatoria a París aunque no sensacional, fue un chispeante homenaje a los artistas y la bohemia, y ahora su mirada hacia Roma, sin ser tampoco nada espléndido, exhibe una serie de gags brillantes y, al igual que la comedia parisina, es una invitación a realizar los sueños ocultos y a explorar deseos inconfesables y posibilidades secretas y bastante improbables. A todos los protagonistas de estas historias corales Woody, con su varita de maestro de ceremonias travieso, les otorga la oportunidad de salir de la rutina, toparse con situaciones inesperadas y probar algún tipo de fruta prohibida, que puede tener muchas formas y sabores distintos, según la persona que le hinque el diente.
Y con estas narraciones paralelas que tan de moda se han puesto últimamente en el cine chic, se hace un recorrido, con el marco de la Ciudad Eterna, por las relaciones de pareja y sus altibajos, la sexualidad y las fantasías eróticas, la amistad, la seducción, la infidelidad, la ambición por creer que se es más feliz estando en la cresta de la ola, la juventud en busca de ideales y la madurez con su carga de desengaños, la monotonía cómoda de la clase media y de la masa anónima que no lleva una vida peliculera, el talento que se desperdicia... La aparición del propio Woody, al que ya venía echando de menos, coloca la guinda, pues sus diálogos se las componen para troncharme. El genial cómico, a pesar de hacer siempre de sí mismo (el recalcitrante quejica neurótico que en un solo minuto ya me ha arrancado carcajadas con sus perlas socarronamente lapidarias), no sé cómo se las arregla para meter nuevas pullas en cada ocasión, pero yo es mirarlo y oírlo y ya me estoy desternillando, es que el tío con los años que tiene y todavía ni se despeina soltando sus ironías y sus chascarrillos de tocapelotas maniático.
Nada tiene la pretensión de ser realista, aunque las conversaciones son las propias de todas las comedias del neoyorquino, donde todo el mundo habla y cotorrea casi al mismo tiempo, con las vacilaciones, dudas, reiteraciones, exageraciones, fantasmadas y, en definitiva, todas las características corrientes de las charlas de sobremesa. También los personajes principales son gente corriente de diversa condición, unos más chocantes que otros, todos ellos próximos, pero las aventuras que les acontecen forman parte, como ya he explicado, del dominio de las aspiraciones casi imposibles con las que cualquiera sueña aún casi sin ser consciente de ello.
Esos anhelos que uno en el fondo sabe que si se hicieran realidad sólo servirían para sentirse realizado durante un momento fugaz, o incluso decepcionado por no ser lo que uno esperaba. La mayoría de los sueños no están hechos para ser logrados, sino solamente para ser imaginados, porque a menudo esa pequeña evasión personal que supone tenerlos es suficiente para alegrar y dar alicientes a la vida cotidiana.
Vivoleyendo
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