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Voto de Vivoleyendo:
7
Drama Biografía de un famoso artista japonés. Utamaro es un célebre pintor especializado en el retrato femenino, y sus mejores modelos proceden de los prostíbulos de Tokio. Pero pronto, su arte se convertirá en un trabajo peligroso. (FILMAFFINITY)
27 de enero de 2012
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fiel retratista del Japón tradicional, Mizoguchi solía retrotraerse a las eras feudales y su tema recurrente eran las mujeres y su degradada posición. Las geishas y cortesanas le llamaban la atención especialmente; su propia hermana fue vendida como geisha, solución a la que recurrían muchas familias pobres para cobrar un dinero por la aberrante transacción y tener una boca menos que alimentar. Como los que venden a sus hijas a las redes de prostitución a cambio de lavadoras automáticas.
Nadie como él analizó todas las circunstancias que vejaban a la mujer japonesa. Su severa educación en la sumisión para ser las candidatas más deseables al mercado del matrimonio, la imposición del marido sin dejarle voz ni voto a ella, la desprotección de las chicas de familias humildes con las que se podía comerciar como si fuesen ganado, obligándolas a convertirse en concubinas de hombres poderosos o a servir en alguno de los distintos escalones de la prostitución, desde las refinadas geishas hasta las rameras menos pudientes, pasando por grados intermedios como las cortesanas.
La cultura de las “damas de compañía” reunía en Japón numerosos matices, y las más famosas poseían prestigio social, siempre por supuesto dentro del universo masculino. Por muy encumbradas que estuviesen, por más bellas que fuesen, por más habilidades y dotes artísticas que poseyeran, por más capacidades de ingenio y oratoria que desarrollaran, no dejaba de existir algo anómalo; eran esclavas de su maquillaje, de sus peinados, de sus quimonos, de sus modales y de sus aptitudes para entretener y complacer a los hombres. Un juguete con el que ellos se divertían. Aunque la transacción no consistiera en un polvo de un cuarto de hora en un cuartucho de mala muerte (que polvos también habría, la carne es carne), no se podía disfrazar el hecho de que ellas estaban a merced de ellos.
Llevadas y traídas, eran muñecas similares a un adorno colocado en un salón, con la facultad de moverse y hablar, como graciosas autómatas a las que el fabricante hubiera incorporado un mecanismo que las distinguiera del resto del mobiliario.
Este submundo femenino rodea a Utamaro, un pintor alejado de los encopetados cánones. Para poder dar rienda suelta a su inspiración, pinta a mujeres de la vida, las que han sido desechadas por sus parientes, las que no pertenecen a linajes preponderantes, que no serán reclamadas. Lo mueve su ardor por inmortalizar en el papel los cuerpos bellos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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