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Voto de Vivoleyendo:
9
Drama Asturias, principios del siglo XX. Don Rodrigo de Arista Potestad, Conde de Albrit, Señor de Jerusa y de Polán, creía saber qué era el honor. Hasta que regresó de América viejo, casi ciego y arruinado. A su llegada descubre un amargo secreto: una de sus dos nietas -Nelly y Dolly- es ilegítima, no lleva la noble sangre de su familia. (FILMAFFINITY)
25 de febrero de 2010
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
La lluvia empapa paisajes de antaño, y cubre de gotas semejantes a lágrimas y a rocío unos tiempos tan extinguidos como vigentes. Los tiempos de una palabra llamada honor, que pretendía ser estandarte y bandera, pero que sólo es sincera cuando se practica de corazón, cuando no se conforma con la fachada. O para la cual la apariencia es un una mera tapadera sin demasiada importancia. Porque el honor de verdad nace de la rectitud y de la bondad, nace de dentro. No de la obsesión por las formas, por el qué dirán, por linajes y alcurnias sin mácula. Nace de la nobleza que inclina a la indulgencia, al perdón, a la comprensión y al amor.
Como dice don Pío Coronado, filósofo de vocación, el honor que no sirve para nada, el de pregón y boquilla, ni siquiera vale como abono para las lechugas. Es tan sólo una buena mierda.
Pero cuando se lleva muy adentro, y dicta lo que las entrañas realmente quieren oír, y nos mantiene en la senda que siguen las buenas personas (porque ser buena persona es una condición indispensable para ser honorable, con esa cualidad para ser fiel a uno mismo y bucear en las almas ajenas evitando en lo posible lastimar), entonces sí cobra un sentido pleno. Cuando ya no se distingue la línea entre lo de fuera y lo de dentro, y lo de dentro es lo único que se ve… Entonces verdaderamente somos personas de honor.
Como lo es don Rodrigo, viejo cansado pero no vencido, que regresa de vuelta de su vida entera, para que dos niñas le enseñen lo que significa el honor. Ellas, que apenas habían escuchado esa palabra.
Don Rodrigo, forcejeando según sus propias frases en el oleaje de la duda, volverá a recorrer, en el ocaso, los misteriosos caminos de la ternura, guiado por sus nietas, que pueden ayudarle a reconciliarse con sus demonios. Con la ayuda, cómo no, del maestro y filósofo don Pío Coronado, un viejo y entrañable sabio que no sabe de casi nada, exceptuando la virtud de regalar cariño y amistad a espuertas.
En una era enloquecida, hipócrita, advenediza y aprovechada, dos ancianos amigos se quedan anclados en un pasado irrecuperable en el que Hamlet inmortalizaba la esencia de la duda, y Segismundo declamaba que la vida es sueño. Pero no están solos, porque les acompañan dos muchachitas que ignoran muchas cosas pero no las necesidades del corazón, y la honradez de una nuera que tampoco ha traicionado jamás esas necesidades.
Náufragos, cada cual a su manera, en una isla de susurrante mar y acantilados donde lo único que cuenta es quererse. Náufragos de un tiempo que sólo existe para unos cuantos afortunados.
Somos prisioneros del tiempo que nos acaricia con el hálito más dulce.
Vivoleyendo
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