Jean-Pierre Jeunet, posterior artífice de "Amelie", y Marc Caro dieron vida a este cuento sombrío e inclasificable, volcando un derroche de profusa imaginación en un guión complejo, rebuscado y macabro en el que ternura y crueldad van mano a mano. Un despliegue visual recargado de oscuridad perenne en entornos lúgubres y casi fantasmagóricos es el marco en el que los variopintos personajes se desenvuelven.
Una plataforma aislada en el mar, un hombre que secuestra niños para robarles sus sueños, su extraña "familia", una ciudad corrompida, pandas de desalmados que sacan provecho de las malvadas operaciones de los dueños de la plataforma, bien raptando a los pequeños para entregárselos, o bien explotando a muchos niños perdidos o abandonados, obligándolos a convertirse en raterillos callejeros y a trabajar para ellos.
Entre tanta depravación y tanto abandono, los niños malviven con pocas esperanzas y ninguna felicidad. Pero un día, los desalmados se granjean un valiente perseguidor: One, un hombretón tierno al que roban a su hermanito. One no descansará hasta dar con su pequeñín y salvarlo. Durante su periplo se ganará a una amiga sensata y tan valerosa como él: Miga, una niña de las calles que ha tenido que madurar muy pronto.
Nos lanzamos, en este cuento difícil de digerir, a un viaje alucinante entre el sueño y la pesadilla, acompañados por una extraña fantasía sin freno, surrealista, onírica y cruda, con la adición de la hermosa música de Angelo Badalamenti.
No se puede vivir sin sueños.