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Voto de Lucas Liz:
2
Drama Adaptación de una novela de Don DeLillo. Con el capitalismo a punto de extinguirse, los disturbios se extienden por Nueva York. El joven multimillonario Eric Packer se dirige en su limusina a cortarse el pelo en su peluquería favorita. Eric descubre que alguien quiere asesinarle a la vez que el caos se apodera de su imperio. (FILMAFFINITY)
9 de mayo de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En línea de otras recientes cintas sobre la (actual) crisis económica y las banalidades del sistema financiero-capitalista desprovisto de toda moralidad, como Marging Call, The Capital o Inside Job, en el año 2012 se presentó esta adaptación de la novela de Don DeLillo.
Siempre que uno se acerca al cine de Cronenberg no lo hace en busca de comedia, ni permítannos, tratando de tener "cine ligero". No, nunca lo es. No obstante, en este caso, como lo era en el caso de Crash, estamos ante un producto denso, árido, claustrofóbico y falto de oxígeno. Adjetivos que, como ya pueden prever, anticipan nuestro alejamiento de la doctrina mostrada.
En anteriores películas del director canadiense, sobre todo en Una Historia de Violencia y en Promesas del Este, se disfruta de algo exótico, sorprendente y atractivo. Productos cinematográficos que te enganchaban y no te dejaban indiferente, pero que eran comprensibles, entendibles por los espectadores modestos y sin pretensiones, como lo somos nosotros, y no provocaban el sofoco y la falta de aliento que en este caso se suscita.
Desde este espacio tenemos que reconocer que no la hemos entendido. Desde los primeros minutos comienza a ponerse distancia entre nosotros y la pantalla, acabando por encontrarnos a ambos extremos del Universo, rondando por nuestro cuerpo y alma la certeza de que no sabemos muy bien lo que acabamos de ver. Sentimos que hemos visionado algo vacío, algo sin alma; excesivamente cerebral e inerte, cual sílice inorgánica desprovista de cualquier vida en su superficie.... Un denso navegar por un desierto de incomprensión.
La adaptación se constituía en todo un desafío de esos de los que el director canadiense no suele desaprovechar y entre los que se encuentra cómodo, pero, a nuestro modesto entender, en esta ocasión el fracaso es notable.
Si nos centramos en las formas y en la puesta en escena, el film se convierte en un desfile de personajes sin criterio (como el nuestro), sin saberse muy bien las razones por las cuales aparecen. Tanto en lo personal como en lo profesional. Cual ventanilla de la administración por la que desfilan distintos individuos con distintos roles, muchos de ellos agónicos, el aburrimiento nos invade, nos acaba por alejar de la película y nos hace desear que el castigo acabe lo antes posible. Final, por cierto, aún más asfixiante y desconcertante.
Lucas Liz
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