Una comedia generacional, por definición, es una película del género que logra impactar al público de un rango de edad determinado al reflejar el zeigeist de la época. Principalmente en lo referido a la vida estudiantil durante la adolescencia. Etapa clave que no todos saben retratar.

Mi generación tuvo un poquito de American Pie y mucho de Superbad; y heredera directa de ésta es Booksmart; cambiando estereotipos y roles para adecuarse a nuestra actualidad donde el sexo es prácticamente inútil, las experiencias son artificiales y sobrevaloradas, y la influencia de las redes sociales y la tecnología es una norma no escrita.

American Pie se ha vuelto mil veces más graciosa porque al final, todo lo que querían los protagonistas era perder la virginidad. Claramente estamos hablando de una película que es fruto de su época; donde el no va más de la transgresión, lo más censurable y políticamente incorrecto era ver un grupo de perdedores vírgenes embarcándose en una odisea para algo que en Booksmart se da por sentado casi de inmediato. En ése sentido, detrás de todas las groserías y gags, la película va más allá con sus personajes haciendo que parezcan chicas y chicos reales de nuestra época. Idiotizados con la falsa seguridad que otorga aparentar la vida perfecta a través de la pantalla pero también buscando donde encajar.

Otra cosa a destacar es como éstas películas son cada vez mejor dirigidas, más sofisticadas, más artísticas y más profundas. O como las situaciones son menos rebuscadas y más “naturales”. Comparemos Booksmart con las maquinaciones demenciales de American Pie, que comenzaban con Stifler prendiéndose con la rubia de turno y acababan con John Cho orinándole en la cara; todo un complot y juego de tensiones que desembocaba en un esperadísimo remate final. En Booksmart el gag se centra en el diálogo, la parodia mala onda y el derroche de cada interpretación (espectacular Billie Lourd que necesita aparecer en más películas que no sean Star Wars) seguida de momentos que hay que ver para creerlos.

Hay una secuencia que separa a Booksmart de las demás y no es la del trip; Superbad más o menos llegó a un punto donde claramente había un conflicto “de verdad” con el que no es difícil relacionarse, pero quedó enterrado por toda la comedia y mucho más si paralelamente tienes a un McLovin con su propia historia. Le quita peso a éste asunto y conduce la película por otro rumbo.

Booksmart casi literalmente detiene el tiempo y el espacio para que, y no por primera vez, sientas por sus personajes en una escena de discusión maravillosa y dramática. Hace 5 minutos alguien le estaba vomitando a otra persona y de repente la película adquiere unos toques dramáticos inusitados y completamente inesperados.

Olivia Wilde es una buena actriz pero como directora no podría haber tenido un debut más espectacular.