Los comienzos de James Cameron no fueron tan brillantes como puede parecer. Para muestra, esta secuela de la entretenida “Piraña” (1978) de Joe Dante es cualquier cosa menos una buena ópera prima.

Desde luego, no hay por donde cogerla. Ya no es sólo el hecho de que las pirañas “vuelen” literalmente para ser más voraces, sino que todo el filme resulta un despropósito descomunal de actuaciones, de escenas, de situaciones, y un largo etcétera de más características. Se le ve el plumero a los productores, deseosos de hacer caja aprovechando el tirón de la película anterior obviando cualquier intento de elaborar un guion mínimamente consistente. No podemos, por tanto, echarle toda la culpa a Cameron, porque el Cameron de “Aliens, el regreso” (1986), “Terminator” 1 y 2 (1984-1991) y “Titanic” (1997) no aparece aquí, salvo quizás en algunas escenas de corte acuático con luminiscencias azuladas que recuerdan, muy vagamente, a la magistral “Abyss” (1989).

El despropósito alcanza cotas inimaginables en algunas escenas como en la del helicóptero que pilota Lance Henriksen cuando decide tirarse en pleno vuelo, o las de las pirañas voladoras, estas últimas muy escasas y, para más inri, apenas visibles quizás para ocultar tanto la falta de presupuesto como la de ideas.

Aburrida e insípida, dos características que hunden definitivamente cualquier propuesta de entretenimiento puramente comercial.