El epítome de todos los dramas carcelarios. He sentido vergüenza de no haberla visto antes ¡vergüenza! Lo de Jacques Becker no tiene nombre ¿cascarse una obra maestra así y dejarla póstuma? Ya la obra transciende y se convierte en puro paroxismo, en una parábola vital sobre el arte de la fuga, es decir, puro ars vivendi. Porque eso es la vida, la lucha contra el arbitrio o el dogma, el barrote o la puñalada; moralidad, justicia, mezquindad, fraternidad, libertad… ¡tantísimas pasiones! ¡Algunos aun caminamos por pasadizos aciagos a la lumbre de un quinqué y otros, como Becker, ya son libres. Como los camaradas de la celda, Becker también tuvo tiempo para pertrechar su particular caja de cartón en unos blancos y negros exquisitos. Lo diré más claro: ¡Bravísimo! ¡Bravísimo! ¡Bravísimo!