La gran cineasta Isabel Coixet continúa, con "Mi vida sin mí", su sendero de cine trazado desde la fibra y el dolor, en melodramas de desamor y dramas intimistas, dónde conviven con soltura y frescura lo más amargo con lo tristemente dulce.
Aquí, Coixet narra la historia de una joven (Polley), de 23 años, casada y con dos hijos, que vive en una roulotte, a la que repentinamente y tras un chequeo rutinario, se la diagnostica un cáncer fatal. Desde ese día, Polley (y nosotros con ella) decide hacer todo aquello que hasta entonces no hizo, conservando una entereza llena de gratitud y generosidad.
Coixet sabe tocar la fibra sensible del espectador, sin transmitir ninguna escena lacrimógena, en medio de semejante dramón; más bien, ejecuta un magnífico relato sobre la esperanza ante lo terminal y prematuro, dónde la protagonista resulta más ejemplar si cabe cuanto más inmorales y desleales son sus acciones (mentiras, adulterio...).
"Mi vida sin mí" tiene una gran interpretación de Sarah Polley y unos monólogos magníficos, acompañados de la pura independencia y sinceridad de una cineasta ahora ayudada por capital canadiense, que regala oxígeno en cada obra.