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Mi nombre es Ninguno

Western. Comedia Jack (Henry Fonda) es un mítico pistolero que, cansado de la fama, decide abandonar Estados Unidos y viajar a Europa para enterrar la leyenda que se había forjado. En Nueva Orleáns, conoce a un misterioso forastero apodado "Ninguno" (Terence Hill), que decide acompañarle en su viaje. (FILMAFFINITY)
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Críticas 29
Críticas ordenadas por utilidad
15 de noviembre de 2009
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si la música no hubiera sido de Ennio Morricone, este hubiera sido un western de medio pelo, con las bobadas de Terence Hill que desguazan cualquier película que intente ser medio seria, con la trama que no es nada del otro mundo... Un spaghetti-western bastante aburridillo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Edu_León
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9 de enero de 2015
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Enésimo spaghetti western que Sergio Leone decidió producir en vez de poner su tez detrás de las cámaras, aunque se puede presuponer que algunas escenas podrían haber estado rodadas bajo su supervisión. Fue un compatriota y discípulo suyo, suyo, Tonino Valerii (que ya había dirigido “Los Días de la Ira” (1965)), el elegido para realizar lo que podría aparentarse como una sobria película del oeste pero que no evita sus toques de comedia. La parte dramática la añade un veterano pistolero interpretado por Henry Fonda, y el lado cómica, un circense Trence Hill, sin su inseparable Bud Spencer (aunque se le hace un pequeño guiño-homenaje en la divertida secuencia en que Hill dispersa a sus enemigos manejándose de un del muñeco de madera golpeador con el fin de ser esquivado).

El argumento no escapa de su tono crepuscular cuando Jack Beauregard (Henry Fonda), hastiado de morder el polvo y ajusticiar a todos los forajidos con quien se ha cruzado, decide viajar para no volver a Europa. Pero es vigilado por un peculiar pistolero que se apoda Ninguno (Terence Hill) quien no le quitará el ojo incluso sabiendo que su vida sigue corriendo peligro cuando una banda le persigue a través del desierto.

Las localizaciones se hicieron desde Estados Unidos, México o España, en la Calahorra, Granada. La música, nuevamente la pone Ennio Morricone de forma magistral.
Natxo Borràs
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29 de octubre de 2015
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Interesante y peculiar Spaghetti western dirigido por Tonino Valerii, con el respaldo en la producción y en el guion, de uno de los grandes del género, Sergio Leone.
Cuenta con un argumento interesante del que se pueden sacar diversas lecturas y paralelismos entre el cine del Spaghetti Western y las nuevas tendencias, como ya ocurriera con la vida del salvaje Oeste.
La película está protagonizada por dos grandes referentes del Western, como el veterano Henry Fonda y el joven Terence Hill, representando a dos generaciones distintas destinadas a separarse de alguna manera. Fonda aporta su veteranía y saber hacer, ofreciendo una interpretación sólida en lo que parece una colaboración especial, por el trabajo que compartieron Sergio Leone y el intérprete en la eterna, Hasta que llegó su hora. Terence Hill aporta frescura y desenfado en un papel más propio de la comedia.
Sergio Leone quería desmarcarse de sus trabajos en el Spaghetti Western y no quedarse encasillado, pero lo cierto es que su labor como productor y creador de parte de la historia, no evita que se note su influencia en diversas escenas. Mención especial merece la secuencia en la barbería, donde no hay espacio para la banda sonora y donde el pase de la cuchilla por la barba de dos días de Fonda, es el sonido predominante, logrando un efecto similar al ofrecido en la ya mencionada, Hasta que llegó su hora.
La banda sonora corre de la cuenta de otro gran referente del Spaghetti Western como Ennio Morricone, que ofrece una partitura a la altura de sus trabajos, en la que por momentos se aprecian guiños a la ofrecida en Hasta que llegó su hora, dejando a su vez espacio para un toque más ligero y cómico para las secuencias que protagoniza Terence Hill, dotando al relato de la tonalidad necesaria en cada situación.
El sentido del humor está presente en muchos momentos del relato y eso ayuda a suavizar los momentos de tensión que se viven en los diferentes enfrentamientos a punta de pistola. Los responsables de la película juegan con la imagen de los dos protagonistas y con la idea del argumento para plasmar el cambio de ciclo que se estaba produciendo en el panorama cinematográfico y, a su vez, recalcar la evolución del Western, con Fonda y Hill, como los representantes del pasado y futuro de un género.
Mi nombre es ninguno ofrece los momentos habituales del Spaghetti Western, intercalados con ligeras dosis de humor en un relato digno de mención y que merece la pena descubrir.
Jon
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26 de mayo de 2017
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Después de Grupo salvaje uno creería que no quedaba casi nada que decir en el mundo del western. La película de Sam Peckinpah serviría perfectamente como último paso del antiguo género rey del cine, una oda a un tiempo pasado que ya no puede volver y cuya épica se ha convertido en un río de sangre. Pero por suerte todavía quedaba gente dispuesta a decir algo diferente, aunque a ratos pareciese que ni ellos mismos sabían el qué. Uno de ellos decidió mostrárnoslo en Mi nombre es Ninguno.

Si uno escucha que el director de una película es un tal Tonino Valerii, lo normal es que se quede igual que estaba; pero si le comentan que el productor, y hasta director de tapadillo de algunas escenas, era el mismísimo Sergio Leone, la cosa cambia. El director transalpino pasa por ser el auténtico maestro del western europeo y para los años setenta ya estaba un poco de vuelta del tema. En 1968 ya había rodado el que quedaría como su último western: Hasta que llegó su hora. Ahora trabajaba como productor y seguramente ya preparaba su monumental Érase una vez en América. Pero todavía le picaba el gusanillo de ponerse detrás de las cámaras para contarnos una última historia de las llanuras americanas.

Mi nombre es Ninguno nos cuenta la historia de la relación entre un legendario pistolero llamado Jack Beauregard y un admirador cuyo único fin en la vida parece ser que su adorado modelo consiga abandonar el oeste convertido en una auténtica leyenda. Ambos personajes no pueden ser más diferentes ni hablar tanto del estado del cine del oeste en aquel entonces. Henry Fonda pone rostro a un Beauregard que se construye como un personaje de John Ford visto por Sam Peckinpah, mientras que Terence Hill sigue siendo en el fondo el sempitermo Trinidad que le llevaría al estrellato del cine de género europeo.

Escondida entre una serie de sketches más o menos logrados, algunos descacharrantes y otros que es mejor olvidar, se nos va contando una historia sobre la muerte del oeste, el recuerdo, la dignidad y el saber irse. Pocas veces en la historia del cine se ha ocultado tan bien un mensaje profundo bajo una gruesa capa de comedia de trazo grueso. Esa disparidad tonal hace que uno se pregunte en ocasiones qué es lo que está viendo. ¿Estamos ante una bufonada que casualmente tuvo un momento de lucidez o es que realmente Leone entendía a estas alturas que solamente podía llegar a su público siguiendo los cánones recientemente establecidos en un género que ya no era el mismo que él dignificara en la década anterior?

Sea como sea, lo cierto es que Mi nombre es Ninguno se destaca entre el grueso de películas ambientadas en el oeste americano por su carácter casi único. Una comedia italiana que sigue la estela de Le llamaban Trinidad, pero que conjuga la socarronería llena de humor bufo del original con la trascendencia y la seriedad del mejor Leone mientras referencia a Grupo salvaje. Al final Beauregard es lo que queda de los héroes del oeste, un hombre cansado cuyo único sueño es viajar a morir a una Europa donde nadie le conozca ni quiera hacerse un nombre disparándole en un duelo. El oeste se había acabado, sus héroes se iban, solamente quedaba lugar en América para Terence Hill, para un Ninguno, que no es más que una parodia del original. Vista así la película, no es extraño que Leone se hubiese borrado del western; parece claro que se había dado cuenta de su muerte mucho antes que sus contemporáneos.
La Soga
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24 de septiembre de 2020
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Me propuse ver esta película porque detrás estaba la mano de Leone y actuaba un tal Henry Fonda, pero ni con esos antecedentes creo que se salva esta cinta. También puede ser que yo no le coja el punto al gracioso de Hill. Hasta la música de un gigante como Morricone me resulta chirriante.
sanmi
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