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Mi amigo el dragón

Fantástico. Aventuras. Infantil Durante años el Sr. Meacham, un viejo tallador de madera, ha fascinado a los niños de la región con sus cuentos acerca de un feroz dragón que reside en lo más profundo de los bosques del Noroeste del Pacífico. Para su hija Grace, que trabaja como guarda forestal, estas historias no son más que cuentos para niños… hasta que conoce a Peter. Peter es un misterioso niño de 10 años que no tiene familia ni hogar, y que asegura que vive en el ... [+]
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Críticas 38
Críticas ordenadas por utilidad
13 de septiembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi amigo el dragon o petes dragon es lo nuevo del poco conocido David lowery. Este remake es la nueva apuesta de Disney y debo admitir que está muy bien realizada. Las actuaciones de Bryce dallas howard (the help) y del niño Oakes fegley son muy sólidas. Los efectos especiales del dragón son uno de los platos fuertes del film al igual que la banda sonora de Daniel hart
La bella fotografía de bojan bazeli (hairspray) logra integrar al espectador en la historia. La edición aunque algo lenta logra un buen trabajo.
La historia es sencillamente un hermoso cuento sobre la amistad. Aunque este film es mucho más sencillo que la apuesta de Steven spielberg en mi amigo el gigante, esta logra quedar en la mente, demostrando a veces que con sencillez se logran cosas espectaculares como esta.
Algunos han catalogado mi amigo el dragón como lo mejor del 2016, cosa que no estoy del todo seguro. Es un buen film que podría quedar en el top ten gracias a la cantidad de desastres que han estrenado este año. Sin embargo hasta el momento en mi opinión nada ha superado aún al libro de la selva; se mantiene aún como el mejor estreno del 2016
ecast3
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6 de septiembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tierna aventura Disney sobre un niño que se pierde en el bosque y sobrevive gracias a la ayuda de un dragón verde. Y no, no se ha comido setas alucinógenas. Es un cuento hecho realidad bastante elogiable que no termina de llenar. Su simpatía tapa parcialmente cualquier sermón indulgente que esconda en su necesidad imperiosa de crear enemigos. Las tecnologías modernas han permitido realizar el remake de la película de 1977, que entonces era mezclado con animación, con mucho más realismo. Se ha optado con acierto meridiano por sustituir el musical y el cariz de inocencia ñoña de su original, por una presencia más dramática y menos ajada que permita la adaptación a su época. Se da un estilo a Mowgli recuperado para la civilización, que en lugar de hablar con los animales de la selva lo hace con un dragón oculto en el bosque. Servirá de recuerdo nostálgico para los adultos del mañana como lo es de olvido fácil para los de hoy.
Es una lástima, de todos modos, su coincidencia en el tiempo con 'Mi amigo el gigante' de Spielberg; demasiadas similitudes entre ambas como para que no den la impresión de haberse anulado la una a la otra.
John Dunbar
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30 de agosto de 2016
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo puedo decir dos cosas de esta película: magnífica y hermosa.
La recomiendo no verla una ni dos veces sino tres.
Me encanta, es un buen enfoque y es distinta que la original Pedro y mi amigo el dragón Elliot.
Te hace reír, cojer rabia, estar en tensión, llorar y mucha emoción.
Os la recomiendo 100%, ha sido una bonita tarde junto a mi novio.
Yeli de Almeida Manzano
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25 de agosto de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ser humano es el único organismo conocido que realiza reflexiones sobre la lógica y a la vez abandona todo rastro de ella en sus acciones. Se olvida de que hay que mirar para poder ver. En demasiadas ocasiones nos abandonamos al egoísmo y a la indiferencia, pasando por alto nuestro inconmensurable y fascinante alrededor, incluyendo todo lo que en él habita. Somos ciegos hacia fuera; escépticos empecinados y compulsivos; y no nos basta con ver la llaga sangrar frente a nuestros ojos, necesitamos palparla con los dedos.

Tanto he tardado en mirar, hacia atrás en esta ocasión, que casi no rescato el recuerdo de un niño y su amigo, un dragón verde de alas rosadas. Hablo de Pedro y el Dragón Elliot (1977) el clásico de Disney que David Lowery ha recuperado en su Peter y el Dragón (2016), construyendo un “remake” que apuesta por la emoción sincera, el realismo visual más atronador y la parquedad estructural propia de las historias más sencillas del estudio.

La historia que nos concierne tiene comienzo cuando Pete, huérfano repentino, se adentra en lo más profundo del bosque de Portland para conocer al que será su protector, amigo y única familia durante los 6 años siguientes: un enorme y peludo dragón verde de aspecto bonachón. Tras todo ese tiempo viviendo en el bosque, Pete tendrá un encontronazo con la mirada esmeralda e inocente de Grace (Bryce Dallas Howard), lo que supondrá su inmersión en la realidad de la civilización y la ruptura con lo que, hasta el momento, consideraba su mundo y su hogar.

Nadie quiere creer a Pete cuando dibuja a su amigo Elliot. “¿Es un amigo imaginario?” pregunta la joven Natalie (Oona Laurance). Tan solo Meacham (Robert Redford), el padre de Grace, reconoce en Elliot al dragón que protagoniza sus recurridas historias, convertidas en leyendas con el implacable paso del tiempo. Es justo ahí, sobre la delgada línea en la que convergen fantasía y realidad, donde aparece la magia, el salto de fe hacia la cálida credulidad del que por fin mira y ve.

Pese a todo, en la simplicidad ingenua de Peter y el Dragón es donde encuentro más problemas a la hora de lanzarme hacia el entusiasmo con el que seguro saldrán los más pequeños de la sala. En su total falta de complejidad emocional y tensión narrativa; en el vacío en el que se encuentran los supuestos villanos de la historia, y en la falta de valentía de una obra que se auto-concede continuamente la medalla de ser valiente, a pesar de sus intentos por reivindicar elementos tan loables como el amor por la familia o el respeto por la naturaleza. Todo lo contrario a lo que sí consiguió Brad Bird en 1999 con su obra maestra y claro referente: El Gigante de Hierro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jesus Gonzalez
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9 de septiembre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio de esta inteligente reimaginación, se dibuja un curioso retrato: el del niño que en estado natural no conoce el mal.
Peter solo sabe que fue al bosque a vivir aventuras, que porque lo dice su libro tiene una mascota llamada Elliott y que todas las tristezas que hemos contemplado con él son solo detalles que no comprende.
Es el inicio de un aprendizaje, que llevará a un niño a ser ajeno al mundo del hombre, y familiar a la naturaleza donde existe un peculiar orden: a veces puede implicar el miedo a las bestias, otras la alegría de manos de un peludo benefactor, pero nunca la pena por unos padres ausentes.

'Peter y el Dragón' pasa a ser a partir de entonces el viaje de vuelta de un pequeño salvaje, hasta ser el niño que intuye por todos los demás que fue, o que debe ser.
Si la anterior versión de esta historia jugaba con la naturaleza real de su mascota, aquí no hay lugar para sutilezas: el dragón es un ser físico, consciente y palpable, junto al que Peter siempre estará seguro.
Sin embargo, ese carácter de realidad no acaba con los problemas, más bien les da un cierto revestimiento de nostalgia por un niño perdido, que en algún momento sabemos que se acercará peligrosamente al fin de su infancia, a esa época en la que ya no tienes tiempo de ver dragones. La señal de alarma por eso podrían ser las taladoras del pueblo vecino de Millhaven, socavando el particular patio de juegos natural que comparte con su amigo.

El pueblo, y sus habitantes, son los otros protagonistas de este cuento moderno, un sitio lleno de trabajadores que sobreviven con lo justo, como se deja ver en algunas imágenes de sus fábricas y casas, quizás conscientes de que no dejan de ser una mota de polvo en el mapa de Norteamérica.
Su método de trabajo refleja eso, troncos y más troncos a talar, expoliando el bosque y "aumentando la competitividad" como no tiene reparo en admitir el capataz Gavin, mientras su hermano Jack está a punto de casarse con la guardabosques Grace, que cada día lanza las llaves de las taladoras más lejos que el anterior: una sencilla manera de luchar contra lo que llaman "progreso", aunque mañana las mismas taladoras estén a pleno rendimiento.
Precisamente, la historia tampoco rechaza introducirnos en la otra cara de la moneda del pueblo, personificada en el anciano Meacham, que vive entreteniendo a los niños con las leyendas sobre un dragón en el bosque local. Él, al contrario que las grandes maquinarias, talla cada pieza de madera con adornos a mano, como último reducto de una artesanía y una forma de ver las cosas que cada día se va dejando más atrás.

Así las cosas, no sorprende nada que cuando Peter finalmente toma contacto con el pueblo revolucione los ánimos: su llegada es algo nuevo, algo único en el monótono panorama de la vida rural, quizás la promesa de que existen más cosas que han pasado desapercibidas a los lugareños.
Y más tarde, cuando Elliott se dé a conocer, agitará aún más las convenciones del pueblo, con gente demasiado confundida por su presencia, con hombres como Gavin pensando en los beneficios que pueden sacar de su propiedad (siempre, siempre pensando en los beneficios) y con ancianos como Meacham descubriendo que sus fantasías no lo eran del todo.
La historia habla así, tristemente pero firme, de lo ignorantes que nos hemos vuelto, lo ciegos que estamos reduciendo todo a ganancias, y lo dolorosamente adultos que somos pensando que un dragón no es sinónimo de maravilla, sino de fuego y peligro.

Así, el verdadero descubrimiento no es un monstruo verde y alado que vive en el bosque, sino la capacidad de maravillarnos ante la posibilidad de que algo así exista.
El error estaba en pensar en Elliott como un juego infantil o una bestia a la que amordazar, cuando es tan sensible como nosotros, y siente tanto la pérdida de su compañero de juegos como para llorarle mientras le ve a través de una ventana, adaptándose a su nueva familia.
Peter aprende lentamente que su amigo/mascota no es algo normal, y que él mismo tampoco lo es, porque pertenece a una especie humana que hasta ahora no contemplaba... ¿borra eso las horas de diversión, de juego, de ternura, compartidas entre los dos?

A través de esa delicada relación, el director David Lowery traza una paralela historia de entendimiento, entre un niño y un dragón, entre un pueblo y algo difícil de creer.
Elliott sobresale como una grandiosa anomalía, que lejos de ser peligrosa es tierna, bondadosa y hasta inocente. Nos sorprendería pensar de que, en esos ojos que creemos bestiales, hay un animal tan perdido como nosotros, tan necesitado de cariño como un niño salvaje.
Solo al tenderles la mano a ambos, todos los habitantes del pueblo aceptan una capacidad de asombro largo tiempo ignorada.

Porque los niños ya no escuchaban con tanta atención, y los adultos ya no creen en lo imposible.
Es casi un milagro que esta fábula quiera y consiga enseñarles lo contrario.
Charles
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