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Tacones lejanos

Drama. Intriga El marido de Rebeca (Victoria Abril) fue en otros tiempos el gran amor de su madre, la diva "Becky del Páramo" (Marisa Paredes). Cuando éste muere asesinado, madre e hija vuelven a encontrarse. El juez que lleva el caso (Miguel Bosé) es por la noche una drag-queen que imita a Becky. (FILMAFFINITY)
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
28 de enero de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tacones lejanos (Pedro Almodóvar, 1991) narra la complicada relación entre una madre y una hija. Más concretamente entre la diva de la canción “Becky del Páramo” (Marisa Paredes) y Rebeca (Victoria Abril). Las dos han tenido una relación de amor-odio, en la que Rebeca siempre se ha sentido infravalorada y eclipsada por su madre y Becky ha parecido mantenerse siempre en una forzada ignorancia que le permitiera ser inmune al sufrimiento de su hija. Pero la muerte del marido de Rebeca, que también fue amante de Becky, precipitará un encuentro forzado entre las dos, al tiempo que el juez que lleva el caso (Miguel Bosé) y que es drag-queen de noche, intenta investigar lo sucedido.

El tema principal de la cinta, que es recurrente en la filmografía de Almodóvar, es la relación madre-hija. Una obsesión que parece casi atormentar al director y que aquí toma forma de relación tóxica. Rebeca vive obsesionada con su madre, que es más alta que ella, de carácter más arrollador, más exitosa y con una vida amorosa, por los menos, más intensa.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Laura
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11 de agosto de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tacones lejanos es una de las múltiples obras más recordadas de Pedro Almodóvar, en la que entremezcla su estilo clásico de películas como La ley del deseo (1987) y las formas que fue adaptando a partir de esta película en cuanto a mensaje y narración, procurando un tono más trágico donde la disección de las relaciones materno-filiales es el pilar donde se sostiene el resto del armazón. El director narra la historia de Rebeca (Victoria Abril), una joven locutora que perdió el contacto con su madre Becky del Páramo (Marisa Paredes), una aclamada artista pop. Un amor común entre progenitora y descendiente hará temblar el reencuentro de ambas mujeres, donde un asesinato pondrá a prueba sus lazos.

Pedro Almodóvar es un realizador que no necesita presentación, exhibiendo desde su ópera prima un estilo definido que lo situaría entre los cineastas nacionales más aclamados, colándose entre las filas de los directores más influyentes a nivel mundial. Experto en la representación de la feminidad en todas sus vertientes, el manchego ha sabido adaptarse a todas las épocas acompañado de un grupo de fieles como Agustín Almodóvar, José Salcedo, Marisa Paredes o Victoria Abril entre una larga lista que ayudarían a su meteoro reconocimiento. En su haber se encuentran auténticas obras maestras como Todo sobre mi madre (1999), actualmente mi película favorita suya, ¿Qué he hecho yo para merecer esto! (1984) o la singular Entre tinieblas (1983), haciendo en todas ellas una masa heterogénea y uniforme de comedia y drama elegante y hortera, cómplice y fría, patria y universal, en las que siempre se da voz a personajes atípicos por sus rarezas, o marginados por la sociedad.

Los principales problemas que tengo con este filme es el abandono radical del tono cómico para ofrecer un crimen, investigación y resolución que no me creo, en primer lugar, por las relaciones que mantienen sus personajes y, en segundo lugar, por la vergonzosa interpretación de los dos personajes encarnados por un Miguel Bosé incapaz de transmitir sentimiento y veracidad en la debacle que presencia, siendo solo un hilo conductor que une secuencias de manera muy forzada, apartándose siempre a un segundo plano. De esta manera, Almodóvar pone todas sus fuerzas en las dos protagonistas y en la procústea relación que tiene como punto de retorno el amor recíproco de una hija hacia una madre, sin olvidarse nunca de sus condiciones como mujeres. Ahí, el personaje de Féodor Atkine, Manuel, entra en juego para detonar el conflicto aprovechando esa condición que el director sabe tan bien explotar, explorando a su vez el mundo del transformismo para reivindicar lo femenino, pudiendo residir en hombres y mujeres de la misma manera, que reafirma con picardía fichando a una guapísima Bibi Ándersen para un papel secundario. Celos y masculinidad tóxica también van a ser temas recurrentes, y la posibilidad de estos de derrumbar el futuro prometedor de una mujer excusándose en el amor, todo arremolinado en personajes como Alberto (Pedro Díez del Corral), Manuel o hasta el propio Juez Domínguez en cuanto a su relación con Paula (Cristina Marcos).

Adoro las dos interpretaciones protagonistas, provenientes de unas excelentísimas actrices, pero tengo extrema debilidad por Marisa Paredes. La infinidad de registros que puede llegar a hacer suyos en un pequeño tiempo es sobrecogedor, algo que Almodóvar aprovecha para brindar bellísimos planos donde ella es la cantante bajo los focos, cantando canciones cariacontecidas a través de la figura de la artista, donde su número musical es el único que compro de los tres que hay en la película. La dipsómana e hipnotista voz de Luz Casal, que da nombre a las ideas que baraja mediante preciosas piezas musicales como Piensa En Mí o Un Año De Amor, no casa con los personajes que las interpretan, haciendo un playback muy poco conspicuo. El director utiliza esos tres números musicales para establecer la estructura de la narración, que muchas veces peca de merodear sobre un tramo ya recorrido con parsimonia cargante, donde el primero, protagonizado por Letal, augura el planteamiento tras un preludio que pone en escena la causalidad del nudo. El segundo número, en la cárcel y protagonizado por Bibi Ándersen, no tiene un sentido más allá que dejar que la actriz se luzca partiendo el nudo en la primera parte (antes del número), que expone la reacción directa de las acciones de las protagonistas, y la segunda parte (después del número) para ahondar en las repercusiones sobre el tema principal del filme: la relación entre Becky y Rebeca, que introduce el desenlace jugando con una rápida confrontación de la fe, utilizando al capellán (Juan José Otegui) para ello.

En general, es una película entretenida pero su extenso metraje (113 minutos) para un argumento así y, más importante, para un argumento contado así, pone trabas a un visionado más ameno. No me ha gustado nada la forma de llevar la trama de un lado a otro marcando un rumbo barloventeado mediante un actor insufrible como es Miguel Bosé. Los responsables principales de que la película funcione son la dirección de Almodóvar (que no el guion) y la estrella que se lleva toda la atención, la diva Marisa Paredes.
Tiggy
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8 de diciembre de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama típico almodovariano de mujer fatal! Empieza muy bien. Y la idea es bastante buena. Pero conforme va avanzando va perdiendo intensidad e interés. Buenas interpretaciones de Victoria Abril y Miguel Bosé, pero guión y dirección bastante fallidos. Sobra alguna escena de sexo, se podría haber llevado de otra manera. Lo mejor de la película, la música de Luz Casal, preciosa!
Jor_El
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9 de diciembre de 2017
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De las infinitas clasificaciones a las que se puede someter a un ser humano una de las que está más de moda es la de "perfil bajo"/"perfil alto"... Por resumir, aquell@s que prefieren decir las cosas como con sordina, sin apenas hacer ruido, de puntillas y otr@s que son más de vociferar, de imponer su voz, de hacerse notar. Incluso una misma persona puede encarnar ambas características. Cosa de las dualidades. Diferentes proyecciones de uno mismo.
En el caso de Tacones Lejanos Almodóvar no se anda por las ramas y apuesta por lo excesivo, ofreciéndonos una de las películas que mejor nos pueden ayudar a entender su cine. Se puede ver como una película de transición entre aquellos alocados 80 y el inicio de una etapa de madurez, quizás autoimpuesta, pero eso no le resta ni un ápice de interés. Sus personajes gritan, se reprochan y engañan los unos a los otros. Hay traición, celos, venganza, cinismo… todo ello adornado con fogonazos de color y de humor a lo que se añaden unas gotitas de thriller y ya tenemos un almodovarazo en toda regla. Es fiel al género del melodrama pero llevando al extremo sus premisas: el drama y la comedia saltan en apenas una línea de guión; las mujeres, a pesar de sus conflictos, son fuertes y decididas y los hombres digamos que torpes e incompetentes (¿pero puede haber un juez más estúpido?); la música eleva el poder de las imágenes y de la historia hasta cotas de lirismo cañí pocas veces alcanzadas.
Y todo esto con la ayuda inigualable de dos monstruas como son Marisa Paredes y Victoria Abril. Todo lo que se pueda decir de ellas es poco: clavan unos diálogos que no están al alcance de cualquiera. La secuencia del reencuentro de ambas en la sala de juicios es una de las mejores de la Historia del Cine, así con mayúsculas. Todo un regalo para nuestros ojos y nuestros oídos.
El/La que busque verosimilitud, naturalismo, realismo que ni se moleste.
El/La que busque emociones, sorpresas y disfrute ya está tardando en verla.
aceite de kraken
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27 de marzo de 2019
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Las cosas empezaban a cambiar en los 90 para Almodóvar.
Abandonando poco a poco sus excesos ochenteros post-modernos, el manchego construye un buen drama familiar con puro sabor almodovariano de principios de nueva década, anticipando ya un estilo que se iría perfeccionando poco a poco con obras como La flor de mi secreto o Carne trémula.
Grandes actores, personajes únicos y un ritmo adecuado para una película notable, aunque no sobresaliente.

Lo mejor: Los actores, todos estupendos (incluido Miguel Bosé), y la relación madre-hija.
Lo peor: No es una obra mayor de Almodóvar
Sibila de Delfos
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