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Amor sin barreras

Musical. Romance. Drama Moderna versión de "Romeo y Julieta". En el West Side de Nueva York, un barrio marginal, se disputan la hegemonía dos bandas callejeras: los "sharks" son puertorriqueños, y los "jets", de ascendencia europea. El jefe de los primeros es Bernardo, que vive con su hermana María, la cual acaba de llegar a Nueva York. Una noche, en un baile, coinciden los dos grupos y se desencadena una violenta pelea. (FILMAFFINITY)
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Críticas 100
Críticas ordenadas por utilidad
2 de marzo de 2007
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
"West side story" utilizó el clásico de Shakespeare "Romeo y Julieta", trasladándolo de forma inteligente, vivaz y colorista al ámbito netamente urbano y centrado en el amor entre una joven puertorriqueña (Natalie Wood) y un joven americano (Beymer), ambos miembros de bandas rivales.
La película es un musical moderno en el ámbito incluso actual del término, muy diferente a clásicos coetáneos como "Cantando bajo la lluvia" o "Un americano en París", pero que, sin embargo, es merecidamente otro clásico también.
Los números musicales se insertan con toda naturalidad, las canciones son buenas (tanto música como letras, lo primero de Leonar Bernstein, lo segundo de Stephen Sondhein), Robbins aporta su estilo a la coreografía, dirigida y concebida por Johnny Green, y Wise da el punto justo a la edulcorada y celosa historia de amor de estos Romeo y Julieta urbanos. Eso sí, las mayores y mejores sacudidas las da una arrolladora Rita Moreno, ganadora de un Oscar como mejor actriz secundaria por su papel de Anita. Fue el único para una magnífica película, mucho mejor que otras obras del musical canonizadas injustamente. ¿Doy nombres?. Ya lo iréis averiguando.
kafka
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7 de enero de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amor sin barreras pertenece a ese tipo de películas que no admite puntos medios. O la odias o la amas. Yo he optado por esta última.

¿Cómo no amar una película tan vital, tan enérgica? ¿Cómo no entusiasmarse con esos números de baile, con las actuaciones de Rita Moreno Y George Chakiris, con la etérea belleza de Natalie Wood?. He de confesar, sin embargo, que no todo es perfecto. La actuación de Richard Beymer es terriblemente plana y el guión adolece de algunos vacíos, por ejemplo. No obstante, la película en su conjunto resulta encantadora. Algunas de las escenas tienen una fuerza arrolladora, una contagiosa alegría, momentos en los que dan ganas de pararse de la silla y bailar frenéticamente. Como anécdota, Pauline Kael destrozó la película al momento de su estreno, lo que sin embargo, no impidió que la cinta recibiera 10 premios de la Academia, incluyendo el de mejor película.

Las actuaciones de Rita Moreno y George Chakiris son sencillamente excepcionales. Moreno realiza la mejor interpretación de su vida, por la cual recibió el Oscar (el primero y único que hasta el momento, haya recibido una actriz latinoamericana). Si tuvieramos que definir su actuación con una sola palabra, esa sería pasión. Chakiris, de igual forma, borda un papel lleno de furia, pero asombrosamente, pleno de una incipiente ternura. Es una lástima que sus carreras no hayan podido despegar luego del gran éxito de Amor sin barreras.

Para finalizar, dejenme decirles que he quedado embelesado con la belleza y dulzura de Natalie Wood. Es cierto que su actuación palidece frente a las interpretaciones de los personajes secundarios, pero aún así, logra un personaje bellísimo. Mi nombre es Nelson, muchas gracias por haber leído mi crítica
Sociotecólogo
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15 de abril de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
De pequeña, m solían preguntar cuál era mi película favorita. Pero yo no respondía como el resto de mis compañeros (La Bella y la Bestia, Pinocho, Peter Pan...). No. Yo, ni corta ni perezosa, decía: "West Side Story".
Puede que no tuviera ni la edad ni la mentalidad suficientes como para llegar a comprender la película, pero las coreografías y las canciones me encandilaban. Podía pasarme toda la tarde tranquilamente viendo la película y canntando: "I like to be in América, OK by me in América, everything free in América... for small fee in América..."
También os puedo confesar que de pequeña quería vivir en West Side de Nueva York en los años 60 , estaba enamorada de Riff y bailaba al ritmo de todas y cada una de las canciones de la película. No había tarde en la que no escuchase la banda sonora o viese un trocito de la película. Estaba realmente obsesionada (hoy veo que mi hermana hace exactamente lo mismo con las películas de la Barbie y me da la risa).
Y ahora dejaré de recordar nostálgicamente mi infancia para pasar a hablar de la película. No podría criticarla en exceso, tal vez algunas escenas pequen de surrealistas y azucaradas, pero fuera de eso, me parece bastante impecable en todos los sentidos. Destacaría las actuaciones de Rita Moreno y George Chakiris en los papeles de Anita y Bernardo y el inolvidable Russ Tamblyn como Riff (que, como ya he dicho anteriormente, me tenía cautivada de pequeña).
En cuanto a las canciones, me quedo con tres: "América", o la cara y la cruz de la inmigración, "Cool" o la necesidad de mantenerse sereno tras un asesinato y con la presencia de la policía, y "Somewhere", preciosa cancion que resume la historia de Tony y María.
Un nueve. Y porque ninguna película es perfecta.
Little Miss Whatever
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22 de octubre de 2008
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente film musical altamente galardonado en la gala de los Oscar. Representa la historia de Romeo y Julieta llevado a los días de hoy. Especial para románticos empedernidos y amantes del musical este film es digno de verse. Elvis Presley rechazó el papel del protagonista de lo cual más tarde se arrepintió y Natalie Wood digamos que obtuvo el papel de casualidad al ofrecerse a ayudar en el casting a Warren Beatty. Al final este no fue escogido y en cambio ella al ser escuchada leyendo el papel de María fue elegida a representarlo.
olimpo
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8 de enero de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son maravillosos los resultados que puede arrojar el género musical cuando combina a la perfección su vertiente argumental con los números de baile especialmente diseñados para coreografiar la intrahistoria. Producen una sensación de disfrute en el espectador que va más allá de la asimilación de la historia, ya que involucra también buena parte de su implicación emocional con la tarea, no siempre pasiva, de la contemplación. Esto es lo que ocurre con «West Side Story», un musical atípico pero absolutamente magistral. Es verdad que muchos podrían argumentar que la historia es demasiado simple y que peca de inverosímil en muchos pasajes, pero la característica principal del género, el vehículo mediante el cual hace llegar su mensaje al espectador, no pasa por la complejidad del argumento ni por la justeza de su guion, sino por la habilidad con la que conjuga discurso y espectáculo. Si nos ponemos a pensar, muchas de nuestras óperas favoritas, como pueden ser «Turandot» o «Rigoletto», también se basan en tramas simples y minimalistas, pero es la yuxtaposición entre historia, música y puesta en escena lo que las convierte en obras maestras. Y además, por si fuera poco, la base argumental que sostiene a «West Side Story» no es otra que una de las obras más emblemáticas del más emblemático de los dramaturgos.

Pero «West Side Story» es mucho más, en mi opinión, que la adaptación de «Romeo y Julieta» al entorno de un barrio marginal de Manhattan. Esta película plantea, con su colorido, su portentosa banda sonora y sus audaces coreografías, un buen manojo de reflexiones acerca de ciertos aspectos de la sociedad que no podemos pasar por alto: la inmigración, la xenofobia, la violencia, el conocimiento del amor y, sobre todas estas cosas, el mundo juvenil y post-adolescente del entorno geográfico, con madres prostitutas y padres borrachos, con autoridades abusivas y desconfiadas e instituciones públicas indiferentes, con un modelo de sociedad que ya desde entonces basaba sus preceptos en el individualismo y la hipocresía, un cosmos desagradable que el film retrata de forma diáfana e inexorable a través de unos diálogos punzantes y unas letras incisivas, a la vez que sumamente artísticas.

Es notable el hermetismo que se aprecia en torno al mundo de los jóvenes que recorren las calles, que se refugian en garajes, que trepan por interminables escaleras de incendio y vallas de alambradas, que juegan al baloncesto en los patios públicos y que se reúnen en un tugurio desvencijado. Hasta tal punto que sólo se observan muy ligeros atisbos del mundo de los adultos, alguna cabeza esporádica que asoma a través de una ventana o la voz de un padre portorriqueño que se oye desde un balcón en penumbras. Por lo demás, el universo de los adultos sólo se manifiesta a través del teniente Schrank (quien, como el príncipe de Verona en el drama shakesperiano, hará todo lo posible por mantener la paz), el agente Krupke y Doc, el dueño del bar. El resto del entorno pertenece a los jóvenes, escenificando esa cerrazón propia de las edades tempranas en las que el ámbito vital parece reducirse a las vivencias más inmediatas.

Los números musicales, el verdadero corazón de la película, son de una intrepidez artística realmente espectacular. La escena inicial, con los «Jets» y los «Sharks» enfrentándose en el parque en una pelea coreografiada, desafía cualquier convencionalismo del género. El fantástico número «America», desarrollado en la azotea, nos ofrece una canción pegadiza e inmortal para retratar las dos caras de la moneda americana en la realidad de los inmigrantes: por un lado, la libertad para pensar y decir lo que uno quiera; por otro, esa misma libertar coartada por los prejuicios y las ofuscaciones raciales. «Cool», sin duda el más complejo de todos los números, ofrece un momento de catarsis tras la desgracia, una manera de estallar hacia dentro, como en una implosión, los sentimientos volátiles del grupo de adolescentes reunidos en el garaje. «I Feel Pretty» nos trae el mejor momento individual de una Natalie Wood deliciosa durante todo el film, y «Gee, Officer Krupke» muestra todo el sentido de sátira hacia las instituciones que sobrevuelan el ánimo de esos jóvenes: familia, autoridad, asistencia social, todos ellos vistos como enemigos, como obstáculos para el crecimiento en medio de la felicidad anhelada y la revolución hormonal que sacude sus vidas. Aquí hay que aplaudir, por supuesto, el enorme trabajo de Jerome Robbins, encargado de todas las coreografías de la película.

La dirección de Robert Wise ofrece pulso narrativo y mucho oficio, lo ideal para lograr la excelencia total junto al trabajo de Robbins y la soberbia performance del gran Leonard Bernstein en la composición de la partitura. Todo ello, perfectamente combinado, da como resultado «West Side Story», un musical que se nos mete en el corazón y que forma parte de la mitología esencial del cine, con sus escaleras y balcones, con sus patios de cemento, sus garajes en penumbra, sus gimnasios convertidos en salas de baile, sus maravillosa pareja protagónica y su muy merecida carretada de premios Oscar®.

Una película perfecta que recrea, entre magníficas danzas juveniles y proezas físicas, la más antigua historia de amor, esa que recorre el tiempo y el espacio desde 1597 hasta nuestros días, y desde la vieja Verona hasta un barrio marginal en la isla de Manhattan, en ese West Side colorido y musical, pero también trágico y nostálgico, que siempre recordaremos.
Arsenevich
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