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Veinte mil años en Sing Sing

Drama. Cine negro Tom Connors (Spencer Tracy) es condenado a una pena de entre cinco y treinta años de presidio en la cárcel Sing Sing por atraco a mano armada. Una vez allí, consigue un permiso para visitar a su novia herida, pero ésta se ve involucrada en una pelea con un mafioso que tendrá insospechadas consecuencias para Connors. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
16 de abril de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que más caracterizó al Estudio Warner Bros durante los años 30 y 40, fue su cine de denuncia social, tratando temas que afectaban a la actualidad de aquel tiempo. Predominaban los films baratos de gánsters y dentro del subgénero carcelario, éste en una de sus más ilustres representantes, con un joven Spancer Tracey cedido por la Fox, ya que el elegido previo, James Cagney andaba negociando su contrato con Jack Warner, creo sinceramente que Tracy le da un carisma al personaje más noble y humano que la perversidad intrínseca que le hubiera otorgado al personaje el intrépido Cagney, que ya se había hecho famoso como hampón en “El enemigo público n.º 1”. La emergente estrella femenina de la Warner, era Bette Davis que con su carisma le da una acertada réplica como prostituta y novia del convicto. El film pone su acento en la crítica social y política, en su alegato humanista, sin olvidar alertar a la opinión pública acerca de los excesos cometidos.

La severidad de una justicia cargada de prejuicios morales y cómo la sociedad va perdiendo valores que incluso un delincuente es capaz de respetar, me refiero al compromiso moral de una palabra de honor en unos tiempos en que la opinión pública ya desconfiaba de ese tipo de compromiso, no digamos ahora, que una palabra dada es causa de mofa y escarnio. Y es que hubo un tiempo en que un hombre valía, por la credibilidad que tenía su palabra. El alcaide de Sing Sing era unos de esos pocos tipos dispuestos a jugarse su carrera por el respeto hacia una palabra de honor, ante una situación humana crítica. Sin ser excesivamente agresiva en su denuncia, narra las andanzas de un delincuente, Tommy Connors (Tracy), tan arrogante y jovial como fatuo, cuya actitud irá cambiando a lo largo de su encierro en la prisión, a ello se contrapone la figura del alcaide Paul Long (Arthur Byron), que aboga por el trato humano, paternal, sin desdeñar la disciplina. No en vano el film parte de un libro autobiográfico del alcaide real, Lewis E. Lawes, y como antes apunté, su trama se acerca al rabioso presente de 1932, a aquel espectador que asistía a la sala de cine, que al abandonarlo era capaz de reconocer a algunos de los transeúntes con los que se cruzara.

Porque a Tommy Connors no le gustaban los sábados para fugarse, era su día de mala suerte. Aunque asistimos a una fuga él no quiere participar, tiene sus principios e ideas irrenunciables. La gran dirección de actores, las miradas lo dicen todo con sus primeros planos, su excelente puesta en escena, sus encuadres, el clima de la prisión y el pulso narrativo es mérito de su director, el liberal Michael Curtiz al que debió resultarle atractiva la posibilidad de observar el mundo desde la perspectiva de este alcaide en activo, Lawes que permitió filmar el film en su prisión de N.Y. justo en el año que iba a ganar las elecciones Franklyn Delano Roosevelt con su “new deal”. Se trata en suma, de la evolución moral de un hombre de palabra que promete regresar a la prisión de la que le han dado un permiso temporal, es un delincuente sin delitos de sangre, hasta entonces...
Antonio Morales
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3 de julio de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un interesante libro titulado “Novato, guardia en Sing Sing”, escrito por Ted Conover, (editado en España por Alba Editorial 416 pag.) un tipo que se alisto como guardia de prisiones en Sing Sing con el solo propósito de recabar información (se trata de un exhaustivo ensayo sobre la historia de la mítica prisión, a la vez que un relato de sus experiencias como boqueras), para un futuro libro (es una especie de Antonio Salas estadounidense que se busca la vida infiltrándose en ambientes varios), se hace mención a Lewis E. Lawes, al que describe como el más famoso alcaide de Sing Sing y en el que revela que el titulo de sus memorias (en el que se basa esta película), hace referencia a la suma de todas las condenas de todos los hombres que tuvo a su cargo.
El dato se me quedo grabado y al enterarme de la existencia de esta película (que razón tenía aquel que dijo que cuanto más sabes, mas te das cuenta de la inmensidad de lo que no sabes), echarle un vistazo al lujoso casting y ver a Michael Curtiz como director, los dedos se me hicieron huéspedes y me falto tiempo para hacerme con ella y enchufármela.
Tommy Connors (Spencer Tracy), un mediático, carismático, pagado de sí mismo y reincidente gánster es enviado a Sing Sing a cumplir de 5 a 30 años. A causa de su excelente relación con los medios y sus contactos se las promete muy felices y entra en prisión como quien entra en un campamento de verano, creyendo que con su carisma y la visita de Joe Finn (un joven Louis Calhern al que cuesta reconocer al Emmerich de la también mítica, “La jungla de asfalto 1950” de Kubrick) al alcaide (Arthur Byron) haciendo una generosa donación a la institución todo iría sobre ruedas, pero para su desgracia el alcaide es en tipo integro que poco a poco va metiendo en vereda a Tommy (con métodos que más que de una prisión de máxima seguridad, se antojan de instituto de secundaria, ya saben, cosas de la época)
Hasta aquí el interés de la cinta es relativo , convirtiéndose en un tremebundo drama romántico en la segunda mitad del film, como consecuencia de la salida de prisión de Tommy, cuando el alcaide conmovido por el dolor que este siente el recibir una carta en le informan que Fay Wilson (Bette Davis), la que la chica de la que esta fervientemente enamorado esta moribunda ven un hospital, le dice que le tiene por un hombre de honor y que si le da su palabra de que volverá a prisión inmediatamente después de verla, le dejara salir).
Sigue en spoiler por falta de espacio:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
tiznao
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1 de febrero de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1932 el prolífico M. Curtiz se había instalado en el cine de la nueva era y la transición era sólo un recuerdo.
Los clichés de años anteriores daban paso a un espectáculo grandioso, soberbio por su concepción y magnífico por su desarrollo, complejo, vanguardista, desinhibido, dinámico y mostrando un perfil audaz y soberbio.

Bienvenidos al centro del mundo.
Bienvenidos a la mayoría de edad del cine.
ABSENTA
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15 de agosto de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Once y dieciséis películas llevaban respectivamente en apenas tres años la Davis y Tracy cuando abordaron este drama carcelario de la Warner en el 32. Evidentemente aún no eran los mitos que luego fueron, sobre todo ella que no parecía que fuera a destacarse demasiado. En ninguna de sus biografías figura la cinta que nos ocupa como destacada, a pesar de ser un notable trabajo en su conjunto, tanto de cada uno de ellos como del director, un Michael Curtiz solido y curtido que lleva a buen termino una historia heredera del éxito que tuvo "Soy un fugitivo" el año anterior, donde se denunciaba, entre otras cosas, las leyes penales.

Aquí también se hizo un llamamiento para la reforma de dichas leyes. La cinta prolonga la serie de películas de gansters que venían declinando, situándola en el penal de Sing-Sing, donde asistimos al consabido intento de evasión y a la reconversión moral de un "tipo duro" (inicialmente pensado para James Cagney) interpretado por Tracy que lleva el personaje a su terreno conformando un personaje lleno de humanidad que tantos éxitos le reportaría en el futuro.

La Davis, radiante a sus 24 años apuntala con buen hacer el papel de "la chica", en un rol que estaba a punto de abandonar, afortunadamente, para siempre.

Curtiz, en pleno apogeo de su carrera mueve la cámara con soltura en un abanico de planos ágiles potenciando el conjunto de la prisión y el drama personal de los protagonistas.

La carga de moralina y la poca credibilidad de la historia no impide que despues de 80 años se visione con agrado.
ELZIETE
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19 de diciembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas del deterioro ético de nuestra sociedad, resulta inocente y un poco ingenua una película (de 1932) que se basa en la "palabra de honor" que un delincuente da al alcaide de una prisión de que volverá una vez haya visto a su novia en peligro de muerte. Si el delincuente es Spencer Tracy (nada convincente en su papel de "duro", con los años ganaría, aquí es demasiado joven) uno puede creerse la historia a pesar de su final que no desvelaré aunque es previsible. Dirige uno de los grandes del cine norteamericano clásico de acción, Michael Curtiz, de la pródiga cantera europea de todo el principio del siglo XX.


El género carcelario ha cambiado mucho con los tiempos (sólo hay que comparar nuestra "Celda 211" de Daniel Monzón) pero las secuencias carcelarias están resueltas con maestría, como era de esperar, a pesar de la voluntad visible y excesiva del director y el guionista de hacernos las cosas más aceptables y "éticas" de lo que en la realidad eran, seguramente. No obstante la propuesta que sugiere la película de trato humanitario y respetuoso que acaba por mejorar a algunos internos, es de tener en cuenta.


Spencer Tracy no es James Cagney, pero a pesar de las limitaciones de la trama --se apunta que se trata de un hecho real, basado en un libro de Lewis E. Lawes que fue funcionario y alcaide de Sing Sing durante 20 años-- el joven Tracy ya da pruebas de sus facetas de actor y su rostro que desmiente constantemente la truculencia de su pretendida "dureza", aunque muestra su potencial en secuencias como cuando el alcaide, de manos temblorosas, le acerca fuego a su cigarrillo. La mirada de Tracy mientras le sujeta la mano temblorosa es toda una lección de virilidad respetuosa. Una Bette Davis, jovencísima, lejos del rictus duro, sabio y prepotente por el que fue conocida, logra dar a un frívolo papel una hondura psicológica y dramática sorprendentes que ya preludiaban sus éxitos posteriores. Arthur Byron como alcaide da una visión humana y compasiva de su trabajo y vemos a un Louis Calhern ya muy elegante que asume el papel de malo que luego repetiría siempre impecablemente en tantas películas.


En fin, una película antigua que vale la pena revisar.
alberto
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